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Kohl confía en obligar a González a ir a Bruselas si no se logra el consenso sobre otro candidato

Lluís Bassets

El Gobierno alemán sigue buscando con paciencia al sucesor de Jacques Delors, después de que su anterior candidato, el primer ministro belga, Jean-Luc Dehaene, fuera vetado por el Gobierno británico. Todos los movimientos del canciller Helmut Kohl se dirigen a llegar al 15 de julio, fecha prevista para la nueva cumbre -esta vez en Bruselas- con un nombre consensuado. Hay pocas dudas, sin embargo, respecto a que un fracaso el 15 de julio situará en una posición muy difícil al presidente del Gobierno español para seguir rechazando la presidencia de la Comisión.

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Tres obstáculos separan a González de la presidencia de la Comisión. En primer lugar, su expresa carencia de ambición europea, gráficamente explicada por su rechazo a la climatología de Bruselas. Después, la situación del PSOE y, en consecuencia, de su sucesión en La Moncloa, que puede dar lugar en la eventualidad más extrema: una división del socialismo y unas desastrosas elecciones anticipadas. En tercer lugar, el presidente del Gobierno español presenta un perfil de federalista europeo tanto o más marcado que el belga Dehaene.Salvados estos problemas, González es actualmente el candidato mejor valorado y con mayores posibilidades de consenso, según todas las fuentes consultadas, en los Estados miembros y en la propia Comisión. Numerosos observadores comunitarios creen, además, que los obstáculos son perfectamente superables si el nombramiento puede producirse en octubre próximo y no a mitad de julio.

El motivo es que, en las actuales circunstancias, se considera una tarea muy difícil convencer a González de que su decisión no sería interpretada como un escapismo político. Por ello, el Gobierno alemán sigue buscando en otros sitios, aunque es consciente de que el británico John Major no puede utilizar su derecho de veto por segunda vez, y menos con una personalidad política como González, que ha despertado simpatías de la mucho más antieuropea Margaret Thatcher.

El ministro de Exteriores alemán, Klaus Kinkel, aseguró a un grupo de corresponsales europeos la pasada semana que Kohl y González hablarían "con toda la franqueza" sobre la sucesión. Cuando pronunció estas palabras, precisamente a propósito del método de selección del candidato, se le escapó una sonrisa de complicidad que no podía significar más que una cosa: "Ya sabe usted que va a presionarle tanto como pueda para que acepte".

Con el tiempo a favor

Nadie del entorno de Felipe González parece conocer sus intenciones íntimas, y empieza a existir la conciencia de que la decisión está en estos momentos en el campo estrictamente personal del presidente del Gobierno. El tiempo puede ser el elemento que juegue a favor de la aceptación. Las posibilidades aumentarían en la medida en que creciera el clamor público en favor de su candidatura, en que su designación no se juzgara como una fuga de la escena política española y en que se apaciguara el clima interior.

En contra de esta eventualidad juega el calendario de trabajo del Parlamento Europeo, que obliga a nombrar al presidente de la Comisión antes de la constitución de la Cámara, el 19 de julio, para cumplir así con los plazos.

La importancia de esta fecha radica en que el candidato a la presidencia de la Comisión podría explicarse a tiempo ante los eurodiputados, en septiembre se nombraría a los otros 16 comisarios, en octubre se les escucharía en las comparecencias parlamentarias individuales, y se les podría votar antes de fin de año para su entrada en funciones el 6 de enero de 1995.

La perturbación del calendario puede ser entendida como una ofensa del Ejecutivo al Legislativo, y dar lugar a pésimas repercusiones en las futuras relaciones entre las dos instituciones y a un mal principio de una presidencia como la ale mana, que precisamente considera el reforzamiento de los poderes parlamentarios una de sus prioridades.

El retraso tiene, además, la enorme desventaja política para los Estados socios de la UE de que concede márgenes de maniobra a los parlamentarios en una cuestión que los jefes de Estado y de Gobierno siempre han guardado celosamente como propia, como es la designación del presidente de la Comisión.

De ahí que sea urgente y casi imprescindible hallar un candidato en un lapso incómodo para quien aparece ya como uno de los mejores, si no el mejor de todos los candidatos. Diplomáticos asistentes a la reunión de Corfú, donde Dehaene obtuvo 11 votos y un veto, aseguraron que si González hubiera presentado súbitamente su candidatura hubiera obtenido sin problema alguno su designación inmediata.

Si el retraso de la cumbre tuviera como objetivo trabajar más la candidatura de González, pocos dudan de que se desvanecerían los problemas con el europarlamento, donde el socialista es el primer grupo y junto con los populares cuentan con una amplia mayoría frente al resto.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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