El momento de la verdad
La larga marcha de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) hacia el umbral de la independencia está a punto de culminar con la llegada de Yasir Arafat hoy a Gaza. La última vez que el líder palestino puso pie en las dunas de esta franja fue a mediados de los años 60, en los albores de su legendaria carrera guerrillera. Traía armas viejas que había recolectado del campo de batalla de Al-Alamein. Fusiles oxidados en el desierto desde la famosa campaña de la Segunda Guerra Mundial, granadas y munición muchas veces caducas. El material estaba destinado a su incipiente movimiento guerrillero, Al-Fatah. Corrían los días en los que para Arafat y toda su generación no quedaba más camino que la solitaria lucha armada contra el Estado de Israel.Arafat, retorna a las mismas dunas hoy. Ya no de noche ni disfrazado de pastor beduino. Probablemente, su única arma será su emblemático revólver al cinto. Su cargamento también será bastante diferente. El veterano líder guerrillero de 65 años, nacido en El Cairo de una tradicional familia de Jerusalén, llega a su patria con más canas, una discreta panza y un enorme bagage de promesas sobre hombros cansados.
Credibilidad política
Sin duda, su primer encuentro con su pueblo será un histórico acontecimiento emocional que Arafat, aprovechará para reafirmar su credibilidad política. La necesita. Arafat llega en momentos en que el entusiasmo por el plan de paz -el giro más grande de su vida- se va desvaneciendo. Se encontrará con una nueva generación de palestinos que no ocultan su malestar ante el estilo autocrático, vertical y militarista que les ha hecho aceptar la postergación de sus sueños nacionalistas. Son los palestinos que durante años han aguardado con paciencia que su vida de refugiados mejorase mientras Arafat y su corte recorrían el mundo sin el menor afán de disimular su claudicación ante el lujo y el estrellato político.Arafat será el presidente de los palestinos en un 10% del territorio de la Palestina histórica. Viene a verse cara a cara con la realidad de un pueblo que lo conoce sólo a través de los periódicos, la radio y la televisión. Por ello, es que para muchos su máximo líder, el símbolo de sus aspiraciones tantas veces ignoradas. Es, paradójicamente, todavía una gran incógnita. Arafat tendrá no solamente que demostrar que su bolsillo, inflado con fondos de los países ricos, es generoso y, lo que es más difícil, que es un hombre capaz de vivir a la altura que el romanticismo, las promesas y sus tan publicitadas tragedias y aventuras, lo han colocado ante los ojos de sus hermanos distantes que van a ir a tratar de abrazarlo.
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