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Ofensiva de Clinton contra la derecha cristiana republicana

El presidente de EE UU trata de limpiar su imagen frente a los agresivos ataques de los telepredicadores

Antonio Caño

En un anticipo de lo que será la dura campaña para las elecciones legislativas del próximo mes de noviembre, el presidente norteamericano, Bill Clinton, ha decidido pasar a la ofensiva contra la derecha cristiana republicana y sus propagandistas de famosos programas de radio y televisión. La iniciativa tiene el doble objetivo de limpiar la imagen del presidente, seriamente influida por sus agresivos detractores, y desviar la atención de los verdaderos errores de la gestión de Bill Clinton."No creo que haya habido una figura pública sometida a más violentos ataques personales que yo en toda nuestra historia nioderna", dijo Clinton el pasado fin de semana en San Luis, en lo que la Casa Blanca ha calificado como el comienzo de una reacción para contrarrestar el efecto de las críticas contra él.

Tal vez Clinton exagere. Ronald Reagan también fue blanco de una fuerte ola propagandística desde la izquierda. Richard Nixon utilizó durante mucho tiempo la estrategia de denunciar una conspiración en su contra para intentar esconder el escándalo Watergate. Pero es cierto que la campaña de desprestigio contra Bill Clinton, a quien uno de los más conocidos comentaristas de la derecha religiosa, el reverendo Jerry Falwell, considera "el más peligroso" de todos los presidentes norteamericanos de este siglo, ha llegado a extremos realmente llamativos.

El propio reverendo Jerry Falwell, que dirige un programa de televisión por cable, ha puesto a la venta por correo por 43 dólares (unas 5.900 pesetas) un vídeocasette en el que se da cuenta pormenorizada de todas las controversias en torno a Clinton, desde su primer cigarrillo de marihuana hasta Paula Jones. La cinta, cuyos promotores dicen haber vendido por millares, incluye también la acusación de que Clinton mandó asesinar a un rival político en Arkansas.

El tono de las críticas contra el presidente es similar en otros programas radiofónicos de amplio seguimiento, que caricaturizan a Clinton como un aliado de los homosexuales, un abortista y un cobarde que se negó a ir a la guerra.

El más famoso de todos esos programas, el que cada día dirige durante tres horas Rush Limbaugh en cientos de emisoras en todo el país, se refiere a Hillary Clinton como "la nazi-feminista" y no tiene escrúpulos en asegurar que la primera dama es lesbiana. De los 850 programas radiofónicos en este momento en el aire en Estados Unidos, se calcula que el 80% están controlados por la derecha ultraconservadora de tendencia cristiana.

El poder de ese sector dentro del Partido Republicano norteamericano no ha dejado de crecer en los últimos años. Junto al reverendo Pat Robertson, que sigue estando al frente de la más poderosa organización de la derecha religiosa, otros grupos de ese sector han ganado posiciones en los últimos meses, sin que la dirección del partido sepa muy bien cómo conjugar la integración de esos grupos con la necesidad de mantener un perfil electoral moderado.

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La elección de un ultraconservador cristiano como jefe del Partido Republicano en el importante Estado de Texas fue, el mes pasado, la señal de alarma del crecimiento de ese sector. La designación, hace tres semanas, de Oliver North, la controvertida figura del Irán-Contra, como candidato republicano por Virginia con el apoyo de ese mismo grupo, ha confirmado su poder. En varios Estados más podría imponerse la tendencia más radical de la derecha en los próximos mes.

El líder de la minoría republicana en el Senado, Robert Dole, no era partidario de la elección de North, pero tuvo finalmente que darle su apoyo para no ofrecer una imagen de división interna en el partido a seis meses de una importante cita electoral.

La Casa Blanca ha encontrado que el crecimiento de la derecha radical abre un flanco de vulnerabilidad en las filas republicanas, y se dispone a atacar ese flanco para compensar el aumento de votos que se vaticina para ese partido de cara a noviembre.

"Los republicas aceptan la derecha religiosa y sus tácticas; ese sector exige su lugar en la mesa, y eso es lo que el pueblo norteamericano más teme", dijo la pasada semana en un discurso el presidente del comité de la campaña demócrata para el Congreso, el representante por California Vic Fazio.

De esta manera también, los demócratas, que incluso corren el riesgo de perder el control en las dos Cámaras, buscan alejar el debate electoral de la persona del presidente Bill Clinton, mientras que la Casa Blanca intenta concentrar la atención pública en los logros de la gestión del presidente, no en su carácter. "La derecha quiere hablar de la vida del presidente. Nosotros queremos hablar de la vida de la gente", afirma Paul Begala, uno de los principales asesores presidenciales.

James Carville, el hombre que condujo la campaña que llevó a Clinton a la Casa Blanca, destaca que el mismo día en que todo el país hablaba de Paula Jones, la ex empleada del Gobierno de Arkansas que ha acusado al presidente de acoso sexual, el Congreso pasaba una histórica ley sobre control de armas.

Paula Jones, Jenniter Flower, el corte de pelo de Los Ángeles, el caso Whitewater, los gays en el Ejército o la marihuana que no inhaló son, desde luego y gracias sobre todo a los muy seguidos comentaristas de la derecha religiosa, asuntos mucho más conocidos que los tres millones de puestos de trabajos creados por la Administración del presidente Bill Clinton en año y medio.

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