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Robótica para minusválidos

El envejecirmento de la poblacion activa la investigación en tecnología de ayuda para discapacitados

Milagros Pérez Oliva

Para alguien que no puede mover más que la cabeza, poder desplazarse por la casa y poner, por ejemplo, un disco compacto significa algo más que u n rayo de luz en las tinieblas. Peter Burger, de 24 años, aquejado de distrofia muscular, es uno de los tres afortunados minusválidos que se han beneficiado de un nuevo modelo de silla de ruedas inteligente, dotada de un brazo robotizado, que le permite desplazarse por la casa, escuchar música y poner la televisión sin ayuda de otras personas, a pesar de que él carece de fuerza para hacer el menor esfuerzo muscular.Esta silla, del modelo Manus, inicia este año su comercialización. Varias decenas más de proyectos están en fase de investigación sólo en Europa: sillas de ruedas que pueden subir escaleras, brazos articulados, robots móviles capaces de localizar un objeto y alcanzarlo, son algo que no pertenece ya a la ciencia ficción, sino a la realidad. Pero es todavía una realidad de prototipo, con serios problemas de eficiencia técnica, y sobre todo están lejos de ser accesibles para la mayoría de los minusválidos, según se puso de manifiesto en la Primera Conferencia Europea de Robótica Médica, celebrada la semana pasada en Barcelona.

Todos los expertos coincidieron en que, a pesar de los espectaculares avances de los últimos 10 años, la robótica de ayuda al minusválido apenas comienza ahora a despegar. No se explica que una ciencia que es capaz de ensamblar tornillos en el espacio por control remoto desde la Tierra no haya sido capaz hasta ahora de crear un mecanismo que permita andar a los parapléjicos. No ha sido por cuestiones técnicas. "Si no ha avanzado más es porque no ha habido un mercado claro", afirma Paolo Dario, experto en robótica de la Universidad de Pisa (Italia).

Más usuarios potenciales

Esto es lo que ahora está cambiando. El tráfico y los deportes de riesgo están incrementando el número de minusválidos, pero el principal impulso del mercado de la rehabilitación procede del envejecimiento de la población. En el 2000, el 20% de la población será mayor de 65 años -a partir de los 70 el índice de discapacidad aumenta rápidamente- "El problema es que cada minusválido es un mundo, y por eso la primera dificultad con que tropieza la industria es la de poder modular una técnica adaptable a diferentes discapacidades", afirma el ingeniero noruego Oyvind Overskeid.

El físico y matemático Stephen Hawking, por ejemplo, no puede hablar, y los movimientos de su mano son cada vez más imprecisos. Necesita una silla muy especial, dotada de un mecanismo que convierte en voz electrónica las palabras que él confecciona apretando un botón cuando aparece en pantalla la letra que necesita.

El problema es que una silla como ésa cuesta muchos millones. Lo mismo que las sillas Inmediate, del proyecto SPRINT, en el que colaboran diversos países europeos. El objetivo es comercializar en 1996 una silla de ruedas dotada de un sistema inteligente de orientación para ser usada por tetrapléjicos y grandes discapacitados. Consta de un sistema combinado de sensores por ultrasonidos y rayos infrarrojos que le permite evitar obstáculos o seguir determinados itinerarios. El modelo Zenit 4.000, desarrollado en Noruega, incorpora un sistema de control de velocidad que hace posible remontar un obstáculo o descender por pendientes gracias a un mecanismo automático que adapta la velocidad de la rueda al desnivel del suelo.

"El éxito de esta tecnología depende de que sepamos resolver un doble reto facilidad de manejo y un precio accesible", dice Overskeid. El precio depende del número de sillas que vayan a fabricarse. Y eso es algo complejo, pues no hay dos minusvalías iguales.

"La solución es crear sistemas modulares a los que se puedan acoplar accesorios según la discapacidad", añade Alicia Casals, de la Universidad Politécnica de Barcelona y responsable del equipo que ha creado el primer brazo articulado español, el robot Tou, que en catalán significa blando, por estar recubierto de espuma.

Una silla a medida

Un sistema adaptable a cada minusválido. Así ha sido en el caso de un joven noruego de 15 anos aquejado de parálisis cerebral, una dramática dolencia en la que el paciente conserva la capacidad intelectual, pero carece de control sobre su cuerpo. La silla más avanzada era insuficiente para este joven, que no puede hablar y apenas controla el movimiento de la cabeza. A eso se han agarrado los ingenieros del proyecto Zenit 4.000 para crear una silla que el joven dirige con los leves movimientos de su nuca. Con esta silla puede trasladarse a la escuela, y si un objeto imprevisto se interpone en su camino, sus ruedas se bloquean automáticamente.

Pero no sólo se trata de facilitar el desplazamiento. La técnica puede cubrir otras necesidades mediante robots adiestrados para efectuar determinadas tareas domésticas. En la conferencia se presentaron varios prototipos. El problema es que tienen una funcionalidad todavía muy baja y un coste absolutamente disparatado.

El Urmand System, por ejemplo, es un robot que se desplaza sobre una base móvil gracias a un sistema de visión por cámaras. Puede interpretar un mapa del entorno y dispone también de un sistema de sensores ultrasónicos para evitar los obstáculos. Pero presenta varios problemas. "Todo el entorno debe adaptarse a la máquina y, tal como está concebida, es absolutamente inaccesible", dice Eugenio Gugliellmelli, del Laboratorio de Robótica Avanzada de Pisa.

A pesar de su complejidad, la utilidad de la máquina sigue siendo muy limitada, y está lejos de ser competitiva, en eficacia y coste, con un cuidador humano. Cinco países europeos colaboran desde febrero en el proyecto comunitario Movid para poner a punto un robot más accesible. Pero todos los expertos coinciden en que el camino será largo.

Artilugios para volver a andar

Un año y medio de dedicación exclusiva al aparato ha precisado Lluís Remolí para conseguir el máximo rendimiento de su Argo-reciprocador, un artilugio que le permite ponerse en pie, sujetar su espalda y convertir en pasos los leves movimientos de su cintura. Es decir, andar. Pero el esfuerzo ha valido la pena: ahora consigue llevarlo puesto, siempre con ayuda de muletas, durante dos horas seguidas, y aunque para quien no sufre una paraplejia como la suya puede parecer que se trata de algo sencillo, es el resultado de un esfuerzo casi titánico. Voluntad no le falta a este periodista de TVE de 36 años que perdió la movilidad de sus piernas hace diez años en un accidente laboral: "Me planteé este reto como una cuestión de salud, física y mental".Andar con este aparato requiere un durísimo entrenamiento para dar flexibilidad a las piernas y fortaleza a los hombros. Andar con el Argos es agotador, pero vale la pena: "Fue una sensación brutal ponerme de pie frente al mar y dar unos pasos".

Recuperar la visión desde la propia estatura, ésa es la recompensa porque, en realidad, con la silla de ruedas puede hacer muchas más cosas más fácilmente. Argo es todavía un simple aparato mecánico, pero Lluís Remolí quiere estar preparado para cuando la ciencia le proporcione un andador inteligente, cómodo y seguro. Varios equipos trabajan ya en lograr un modelo que combine una ortosis más perfeccionada que el Argo y la estimulación eléctrica de fibras musculares mediante electrodos.

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