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Inquisición

Manuel Vicent

El Gobierno socialista no ha tenido fuerza moral para atajar la corrupción desde el principio y los tribunales tampoco actuaron con diligencia cuando saltaron los primeros escándalos. A causa de esta pasividad hoy se ha instalado en la calle la pasión colectiva de la delación, un viejo deporte. Está ardiendo una nueva hoguera de la Inquisición. En ella ya se, han asado varios ministros. Es probable que se abrase el presidente del Gobierno, pero que nadie piense que en él se van a detener las llamas. Estas continuarán su frente por la bancada de la oposición hasta alcanzar a su jefe de filas cuando ya hayan ardido múltiples diputados de uno y de otro bando. Luego se quemará en la plaza pública a al gunos periodistas combativos sin desdeñar a sus mujeres. La sospecha llegará por último a la casa de usted, y si usted no es una ameha absolutamente pura, el fuego crepitará también bajo su trasero. La hoguera de la antigua Inquisición se alimentaba de he rejes; ésta se alimenta de corruptos. Fueran inocentes o culpables, todos forman parte del mismo combustible ya que lo esencial siempre es el fuego y que éste no se extinga nunca en la mente de los españoles. Una vez instituida oficialmente la hoguera, ella manda: hay que salir todos los días en busca de carne y de leña a partes iguales. La Santa Hermandad efectuaba batidas por las juderías, y como no siempre capturaba las piezas necesarias para mantener las llamas, hubo que crear el estado de sospecha general, de forma que todo el pueblo participara en la cacería. De entonces arranca este deporte nacional. Para saciar la sed de justicia comenzaron a funcionar las denuncias, soplos, confidencias, chivatazos y venganzas privadas. El fuego de la Inquisición es siempre el mismo. Aquel tribunal se establece ahora cada mañana en los juicios paralelos de la radio, de la prensa y la televisión; la hoguera ha sido sustituida por los fogonazos de los fotógrafos en los pasillos de los juzgados. Dentro de poco todos seremos a la vez víctimas e inquisidores. Y ésa será la corrupción absoluta.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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