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Tribuna
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Los cuerpos de los perdedores

Juan Cruz

En la portada se ve el rostro de una japonesa melancólica que muestra desnuda su mirada sin destino; y, abajo, un adolescente escruta con sus ojos desconfiados un porvenir del que nadie sabe nada. Es el catálogo de la exposición más escandalosa de esta temporada, Cuerpos, memorias, abierta hasta principios de julio en la sala Parpalló de Valencia, realizada con el apoyo de la diputación valenciana.La exposición reúne, en efecto, fotografías del japonés Nobuyoshi Araki y del norteamericano Larry Clark, en las que se ven adolescentes y jóvenes que exhiben sus cuerpos en posturas que en seguida han sido relacionadas en algunos sectores con las esencias de la pornografía; algunos se masturban, otros se inyectan droga, algunos simulan las distintas maneras de la muerte y otros simplemente miran y se van de la imagen como si tuvieran miedo a la época que les fotografía. Y la mayoría muestra la ingenuidad herida que, según los fotógrafos, identifica un tiempo en que falla el amor de los padres y por tanto se produce un abismo feroz, una soledad infinita que afecta a estos chicos hasta convertirlos ya en jóvenes perdedores.

Con ese espíritu, al menos, dice Larry Clark que hizo sus fotos; por eso le ha sorprendido tanto el revuelo armado que ha terminado en denuncias judiciales, en actuaciones episcopales, en incontables artículos de prensa y, finalmente, en la decisión de la fiscalía de Valencia de prohibir la entrada a la muestra a los jóvenes menores de 18 años, si no van acompañados: para que no se vean solos en ese espejo, debe ser. Como en los viejos tiempos, la sociedad cultural ha hecho acopio de sus fuerzas y ha firmado manifiestos significando que la sala Parpalló es objeto de un acoso que trata de resucitar imágenes viscosas de la España intolerante.

La polémica se remansó ayer, tras la decisión fiscal. En medio de esa paz hablamos con Vicente Todolí, jefe del área artística del IVAM, y con los pintores Eduardo Úrculo, que en el pasado recibió de derecha y de izquierda los zarpazos de la censura; Darío Villalba, que desde el 14 de julio ocupará con su antológica el IVAM valenciano; y el escultor Andreu Alfaro, que es un poeta de las formas mediterráneas.

Para Todolí, lo que ha pasado "es un precedente peligroso, porque indica que la libertad del arte sigue amenazada, y hay que plantarse cada vez que ello ocurre: si cedes no sabes a dónde se puede llegar". Úrculo habla con mucho conocimiento de causa: sobre él derramó sus iras el vicepresidente Carrero en 1970, cuando vio el catálogo de una de sus exposiciones: "¡Estoy harto de comunistas y de pornógrafós!", gritó en el Consejo de Ministros de Franco. Luego le censuró Jack Lang, el ministro socialista francés, así que tiene una experiencia equilibrada. El cree que la sociedad y el Estado son represores y arbitrarios, y en medio de esa arbitrariedad se producen situaciones como éstas que desembocan, según él, en esta reflexión: no prohibiría nada jamás, pero situaría al artista ante su propia responsabilidad individual para pensar que en el nombre del arte no se puede justificar todo. Hay que tener en cuenta, por otra parte, dice úrculo, que lo que un día es imagen escandalosa y subversiva luego es imagen aceptada y viceversa.

Villalba piensa que la censura externa al arte "es mojigata y ridícula y causa un daño irreparable a la cultura; no entiendo cómo en una ciudad que tanta libertad creativa me ha dado puedan acogerse actitudes como las que refleja esta denuncia: los que vayan al IVAM a ver mi obra podrán ver, si quieren, perversiones similares a las que ahora han querido contemplar". Y Alfaro, que llegaba ayer de Nueva York: "Siempre estoy al lado de las exposiciones, de ésta y de cualquiera, y lo estaré sobre todo cada vez que se quiera resucitar el espíritu de la Inquisición", lo que, por otra parte, el director del IVAM, José Francisco Yvars, ha llamado "el arrebato crispado de la inmadurez".

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