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RELIGIÓN

El Vaticano pide el cierre de la industria bélica aunque sus empleados vayan al paro

El riesgo de que aumente el paro no puede impedir el cierre de las industrias bélicas. Los Gobiernos deben aprovechar el actual retroceso de la demanda para consolidar una reducción global del comercio de armas. Es preciso crear controles internacionales que limiten las armas convencionales a las exigencias de la autodefensa y de la defensa de las poblaciones en dificultades. La Comisión Justicia y Paz, uno de los departamentos del Vaticano, ha sintetizado en estos puntos las conclusiones de su análisis moral del tráfico de armamento.El comercio internacional de armas es el título del documento de 36 páginas presentado ayer por el cardenal Roger Etchegaray, presidente del Consejo Pontificio Justicia y Paz, renovando el interés del Vaticano por un tema que no había merecido tanta atención de la Iglesia desde la publicación de la encíclica Pacem in Terris, hace 31 años.

De la guerra fría se ha pasado a un mundo sin bloques en el que han vuelto a brotar "sentimientos nacionalistas y antagonismos éticos latentes", pero en el que "parece perfilarse una reducción global de la transferencia de armas", aunque "nada indica que ésta sea una tendencia ya consolidada y duradera".

Hay pulsiones contradictorias, porque, si bien decae la demanda, el mismo desmantelamiento de los bloques "ha aumentado la cantidad de armas potencialemente disponibles y los esfuerzos por vederlas "a precios de dumping", al tiempo que "el estancamiento económico" actúa como una razón adicional para contener la crisis mediante la conquista de nuevos mercados.

Regulación internacional

"Estas dificultades, por reales que sean, no pueden legitimar la conservación de una industria de armamentos sólo a causa de los riesgos que puedan entrañar los reajustes, o con el objeto de proteger los puestos de trabajo", se lee en el documento, que trata exclusivamente del comercio de las llamadas armas clásicas o convencionales.El texto de Justicia y Paz se circunscribe precisamente a este tipo de ingenios bélicos debido a que su comercio no está regulado por tratados internacionales.

Un empeño fundamental del Vaticano es que se llegue a una regulación internacional y coactiva de dicho tráfico, a fin de limitarlo eficazmente al ámbito que le atribuye la moral eclesiástica resumida en estos principios: la tenencia de armas sólo se justifica, en la cantidad estrictamente "suficiente", por el "derecho de autodefensa" o por "el nuevo deber permanente de prestar ayuda a las víctimas inocentes, incapaces de defenderse contra las terribles secuelas de los conflictos, tales como el hambre y la enfermedad". Este principio, con el que el Papa Juan Pablo Il ha urgido las intervenciones militares de la ONU, debería dar lugar a "una revisión del concepto de soberanía", según el texto vaticano.

Justicia y Paz plantea responsabilidades morales tanto para los Estados que venden armas como para los que las compran y formula algunas conclusiones simples. Una es que "el problema de la deuda exterior debe ser reexaminado a la luz de la transferencia de arma? que con frecuencia han creado tales desequilibrios. Otra, que "es moralmente injustificable que esta industria (armamentista) falsifique los certificados de destino final o disimule detrás de una fachada inocua la naturaleza de los bienes que exporta".

Concluye el texto vaticano que "es difícil justificar el suministro de armas a regímenes autoritarios"; que "existe una presunción moral en contra del suministro de armas a beligerantes", con excepciones sólo justificables por "razones muy graves", y que, en materia de suministro de armas, "toda política que coloque en igualdad a los Estados y a los grupos no estatales conduciría al caos".

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