Castro vincula la apertura de su régimen a la integración de America Latina
"Tengo la impresión de que me están haciendo un juicio de Núremberg". El presidente cubano, Fidel Castro, expresó así su sensación de acorralamiento al resto de los presidentes y cancilleres iberoamericanos con los que se reunió el miércoles a puerta cerrada. Según uno de los presentes, el líder cubano se proclamó "socialista y marxista" y anunció que no piensa cambiar sus planteamientos en tanto no se produzca la integración de América Latina. La IV Cumbre Iberoamericana concluyó con Cuba como núcleo de las discusiones.
Por primera vez en la historia de las cumbres iberoamericanas, los mandatarios se encerraron para hablar a tumba abierta, sin testigos ni micrófonos, "de política", esto es, de la necesidad de que el régimen cubano dé señales efectivas de apertura. Y la reunión, según dijo el presidente colombiano, César Gaviria, fue tan fructífera que se repetirá en próximas cumbres.Según uno de los testigos, el presidente cubano se mostró "duro como una roca e inflexible". Reiteró su condición de "socialista y marxista" y vinculó los cambios en el régimen a la evolución del proceso de integración latinoamericana.
Castro siempre ha manifestado, en público y en privado, una inequívoca vocación iberoamericana. El presidente mexicano, Carlos Salinas, recordaba una frase suya en la Cumbre, en Guadalajara. "Caray", dijo entonces el líder cubano. "Esta reunión es el sueño de Bolívar hecho realidad. La paradoja es que lo acabamos haciendo con el rey de España". "Por la comunidad iberoamericana", dice un alto funcionario que conoce bien a Castro, "haría lo que fuera conveniente".
Y es a esta vocación a la que los presidentes más implicados en el proceso de transformación de Cuba desean agarrarse para lograr que la máquina del cambio entre en funcionamiento. Felipe González, Carlos Salinas y César Gaviria comparten la idea de que poco se puede lograr por la vía de la presión. Castro se revuelve como un animal herido.
Por eso debe mantenerse un difícil equilibrio entre los tirones de orejas y un arropamiento que anime al líder cubano a salir de su caparazón. En las cumbres iberoamericanas, esta estrategia tiene un reflejo evidente. Junto a las declaraciones de principios y a las críticas al régimen cubano, los mandatarios han expresado su rechazo al embargo estadounidense contra la isla o han aceptado sin discusión a Cuba como sede de la cumbre de 1999.
Intransigencia de EE UU
Varios países iberoamericanos parecen dispuestos a reforzar su papel como puente de salida al problema cubano. "Lo que está claro es que Estados Unidos no tiene de momento, porque no quiere, una política alternativa al bloqueo", comenta un diplomático costarricense. Otros, como Argentina, Venezuela o Portugal dan muestras de impaciencia. "Castro pide mucho pero no da nada a cambio", decía hace dos días el jefe de Estado portugués, Mario Soares.
Los presidentes que siguen el proceso cubano más de cerca desean dar tiempo al tiempo. Las transformaciones están en marcha. "Hay una cierta apertura a un proceso de reformas que no quiero calificar para no turbarlo",, manifestó Felipe González. "Yo creo que lo hay y lo digo con toda la precaución del mundo. Más en materia económica que en materia política".
González ha reconocido que el régimen cubano no acaba de seguir plenamente el asesoramiento español en materia económica. "No han asumido que el plan de ajuste que llevan a cabo debe ser coherentemente acompañado por una política de introducción del mecanismo de mercado. Así se paga un alto coste y no se obtiene ningún beneficio". Para un mandatario latinoamericano, por la vía de la reforma económica antes o después llegan los cambios políticos. La reciente privatización de la telefonía cubana, que pasará en un 49% a manos mexicanas, es interpretada por muchos como una vía de apertura política.
Por otra parte, Castro declaró a la cadena de radio colombiana RCN que los 148 cubanos que permanecen refugiados en la residencia del embajador belga y en las misiones diplomáticas de Alemania y Chile en La Habana no serán objeto de represalias por las autoridades, pero no podrán abandonar el país.
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