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Tudjman, un presidente en horas bajas,

El líder de Croacia es acusado por sus enemigos políticos de nepotismo y de reirse del Estado de derecho

Por primera vez desde que arrasara electoralmente en 1990, el imperio de Franjo Tudjman en Croacia está amenazado. El antiguo partisano distanciado en 1967 de Tito y que hoy concentra en su persona la jefatura del Estado, la de las Fuerzas Armadas y la del partido gobernante es acusado por sus enemigos políticos de reírse del Estado de derecho y utilizarlo para sus fines autocráticos. Entre estos enemigos hay ahora personajes relevantes y otrora amigos como Stipe Mesic, presidente del Parlamento y último presidente yugoslavo, que ha fundado su propio partido.Y en la muy católica Croacia, donde las prácticas religiosas llegan sin ningún aspaviento a las calles, Tudjman parece haber perdido también el favor de la Iglesia. Su representante máximo, el cardenal Franjo Kuharic, culpa al presidente croata de haber provocado con su política el éxodo del centro y norte de Bosnia de los católicos croatas.

"Tudjman simplemente no entiende la democracia, quiere todo en sus manos, que el Sabor [Parlamento] sea una prolongación de su poder. En la crisis a la que hemos llegado hay ahora dos presidentes del Parlamento, uno de ellos elegido por el partido gobernante de forma ilegal". Mesic, de 59 años, pelo entrecano al cepillo, fornido y chaparro, enfatiza en su despacho que la actitud del presidente croata sobre Bosnia, "al rabo de la política de Milosevic en Belgrado", está destruyendo la reputación internacional de Croacia e hipotecando su futuro.

De la solución de la crisis parlamentaria y del éxito o fracaso de los disidentes del partido gobernante en arrastrar a otros diputados depende que Tudjman conserve la mayoría absoluta. Si la pierde debería convocar unas elecciones anticipadas de resultado incierto, que podrían forzarle a comicios presidenciales antes de 1977, año en que expira su mandato. La posición del líder croata y su partido se consolidó en agosto de 1992, con un 57% en las elecciones presidenciales y el 441/6 en la renovación de. la Cámara baja.

El conflicto de Bosnia

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El conflicto de Bosnia, aunque dista de ser el único agudo, está en el corazón de esta disputa familiar, ya que algunos de los más conspicuos atacantes de Tudjman hoy han colaborado con él durante años para desarrollar la política cuyos frutos padecen. Tanto Mesic como el presidente de la Cámara alta, Josip Manolic, un ex primer ministro septuagenario unido al partido alternativo de los Croatas Demócratas Independientes (HND), consideran y no sólo ellos que el reconocimiento de territorios étnicos y de eventuales nuevas fronteras en Bosnia podría acabar en la consolidación de zonas serbias en Croacia (Krajina) y en una partición de hecho del país.

"No sé si la expresión es luna de miel", dice Mesic, pero es evidente que Milosevic [presidente de Serbial y TudJman tienen demandas similares: uno, la Gran Serbia, el otro, una gran Croacia pero los dos están pensando en el mismo territorio para repartirse".

A comienzos de abril de este año, Croacia firmó con los serbios de Krajina un alto el fuego, auspiciado por Moscú y Washington, en la Embajada rusa en Zagreb.

Tudjman dijo entonces esperar que "estos territorios sean reintegrados pacíficamente a Croacia", pero no abdicó un ápice de su posición, que descarta cualquier grado de autonomía para los 500.000 serbios que viven en el país amputado que preside. Mientras este 11 % de la población es para el dirigente croata una mera "minoría nacional", Tudjman -que armó y financió a los separatistas croatas que han reducido a escombros y huesos Mostar y sus habitantes musulmanes- califica de "nación" a los croatas de Bosnia, un 17% según el censo anterior al estallido de la guerra.

Y proclama que, al federarse con los musulmanes la semana pasada en Sarajevo, los croatas de Bosnia "han hecho un servicio a Occidente impidiendo un Estado musulmán separado en el corazón de Europa... y acercando a los musulmanes bosnios a la democracia occidental". Su antiguo correligionario Stipe Mesic man tiene otra versión, poco piadosa, según la cual el ministro de Defensa croata, Goiko Susak, un hombre de negocios que estuvo expatriado en Canadá y por quien Tudjmnan siente fervor, conspira con los croatas más extremistas de Bosnia para torpedear los acuerdos de federación de Washington.

Uno de los resultados de la reciente escisión del partido gobernante croata es que Josip Manolic amenaza con hacer público 0,1 contenido de las conversaciones entre Franjo Tudjman y Slobodan Milosevic, en marzo de 1991, sobre un eventual reparto de Bosnia entre Serbia y Croacia. La divulgación de estas cintas magnetofónicas precisaría el alcance de las discusiones, sobre nuevas fronteras entre ambos dirigentes y la vinculación entre este hipotético reparto y la Krajina, el enclave de los irredentistas serbios en territorio croata, que ocupa un tercio de esta república ex yugoslava de casi cinco millones de habitantes.

La venganza de Tudjman es segura, dicen quienes le conocen. El todopoderoso presidente croata, de 72 años, está muy ocupado estos días en organizar, para los mandatarios de Rumania y Eslovenia que le visitan, espectaculares cabalgatas automovilísticas hacia el cenotafio del hotel Esplanade, pero le queda tiempo para hacer inventario de los daños en su cuartel general de Villa Zagoje, la que fuera residencia de Tito en un parque a las afueras de la capital.

En estas primeras escaramuzas de la guerra por el poder, la resurrección, hace una semana, del kuria como moneda nacional es una minucia. A la gente de la calle le trae al fresco la denominación, que coincide con la de la divisa croata durante el régimen genocida de Ante Pavelic, los ustachi de trágica memoria. Su puesta en circulación en el cuarto aniversario de la caída del comunismo yugoslavo es para Tudjman una "prueba de la soberanía de Croacia".

No puede decir lo mismo el presidente croata de las revelaciones sobre el grado de riqueza alcanzado por su familia en un plazo de tiempo fulgurantemente corto. Stipe Mesic decía el martes a este periódico que "en dos años, la familia de Tudjman se ha hecho una de las más ricas de Europa".

Las acusaciones de nepotismo presidencial no dejan títere con cabeza, empezando por la esposa de Tudjman y acabando por un nieto de 23 años, Dejan, que haría sus pinitos en negocios bancarios. La saga incluye al hijo mayor, Miroslav, que se ocupa de los servicios secretos; a Nevenka, de 44 años, que explota la única cadena de tiendas libres de impuestos del país, y a Stjpan, que monopolizaría el equipamiento del Ejército croata -105.000 hombres- a través de la empresa Domovina.

"A la gente no le gusta esto, está nerviosa. Pero no reacciona porque asume una indoctrinación según la cual criticar al presidente es poner en peligro a Croacia". "Tudjman ha inculcado a los ciudadanos que sin él no hay Croacia", remacha Mesic. El ejemplo más efectista de esta buscada identificación entre hombre y país es el Altar de la Patria, el monumento que Tudjman construye en Medvedgrad, en las colinas que dominan Zagreb, y donde, aseguran los enterados, reposarán sus restos.

Krajina, un conflictivo enclave serbio

La región de Krajina, principal enclave serbio en Croacia, es una franja de cientos de kilómetros en forma de bumerán que se ciñe en su mayor parte a la frontera croata con Bosnia.Tiene un brazo separado en el este, la Eslavonia oriental, junto a Serbia y en torno a las ciudades de Vukovar y Vinkovci. La zona, poblada por unos 200.000 serbios, se alzó en armas apoyada por el Ejército federal yugoslavo contra la secesión de Croacia de la federación.

En los 18 meses siguientes a su rebelión, desde la primavera de 1991 hasta finales de 1992, los ultranacionalistas serbios extendieron su dominio desde la ciudad de Knin, su capital, cerca del mar Adriático, hasta casi un tercio de Croacia. Proclamaron la república de los serbios de Krajina, saquearon las ciudades y expulsaron a decenas de miles de croatas, iniciando así la limpieza étnica que luego extenderían a Bosnia.

En este territorio montañoso y desolado, que por su situación controla los principales nudos de carreteras y ferroviarios croatas, hay unos 40.000 serbios en armas, según el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos de Londres.

En la Krajina no hay ya restos de cultura croata. Las iglesias católicas han sido dinamitadas, ondean las banderas serbias, los signos están escritos en alfabeto cirílico y hasta los periódicos llegan desde Belgrado.

Señores de la guerra y jefes contrabandistas, disfrazados de generales y políticos, reinan en este Estado-guarnición, del que despegaron los reactores serbios abatidos en febrero por los cazabombarderos F-16 de la Alianza Atlántica y que sobrevive gracias a las caravanas de camiones que llegan de Serbia a través del norte de Bosnia, controlado militarmente por Belgrado.

El presidente croata, Fradjo Tudjrnan, necesita entenderse con Slobodan Milosevie, el presidente serbio. Entre otros motivos crudamente prácticos, porque la Krajina ocupada amputa el norte de Croacia de su costa dálmata, en el sur, e impide la reconstrucción de la que fue y puede volver a ser muy lucrativa industria turística croata.

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