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El Museo Arqueológico de Roma resurge en un palacio del Renacimiento

Los mármoles que encandilaron a Goethe se despiertan de una década de sueño

Huele a cal húmeda y a yeso en el palacio Altemps, cuya entrada es aún una obra llena de polvo. Pero los Hermes, Ares, Electras, Venus o Antinoos que encandilaron a Goethe y a Johann Wincke1mann se desperezan ya en sus salas, tras más de una década de profundo sueño. Han permanecido invisibles durante 20 años, según responsables del Patrimonio Cultural que abrieron el recinto a unos cuantos periodistas y expertos. Las. obras están casi acabadas, pero ahora la última palabra la tiene el nuevo Gobierno de Berlusconi.

Por motivos burocráticos y difícilmente comprensibles, Roma, la capital arqueológica del mundo, no tiene un museo sobre ese tema digno de tal nombre. Están la fastuosa colección de escultura clásica de los Museos Vaticanos y la de los Museos Capitolinos, por no hablar del Museo Barracco y otras sedes menores. Pero el Museo Nazionale Romano, concebido tras la unidad de Italia a la manera del gran Museo Nazionale Archeologico fundado por el que sería Carlos III de España en Nápoles, apenas ha tenido una vida operativa. Su sede, tras la basílica de Santa Maria degli Angel¡, en las Termas de Diocleciano, puede ser visitada en una mínima parte.Interminables obras, debidas todavía en algún caso a destrozos sufridos durante la última guerra y en otros a problemas de deterioro ambiental y acumulaciones de material irresolubles, lo mantienen prácticamente cerrado. Ello explica el largo sueño de tesoros como el centenar largo, de esculturas que todavía integran la colección iniciada en el primer cuarto del siglo XVI por el cardenal boloñés Ludovico Ludovisi, el sobrino de Gregorio XV, que acumuló una enorme fortuna durante el pontificado de su tío.

La colección Ludovisi es al Museo Nazionale de Roma lo que la celebérrima colección Farnesio es al Arqueológico de Nápoles: algo así como el pan y la sal. De ahí que se le haya buscade) nueva casa en este palacio Al temps situado en pleno centro de Roma. Ello implica la renuncia definitiva a presentar el Museo Arqueológico de Roma como un ente unitario desde el punto de vista físico, y el reconocimiento de una especificidad muy italiana, y más todavía romana, que Francesco Scopola, uno de los responsables del nuevo proyecto, ha resumido de este modo: "Roma es el museo de sí misma, de su historia, omnipresente. No puede ser concentrada en un solo contenedor, por satisfacer al mercado o la sed de modernidad y renovamiento".

El grueso de la sección epigráfica se quedará en las Termas de Diocleciano; los frescos y los bustos romanos están pasando ya al vecino Collegio Massimo, y aún habrá obra en el Palatino, dentro de los Foros. En el palacio Altemps, además de la colección Ludovisi, habrá restos egipcios y de otras coleciones renacentistas de antigüedades.

Marco Sittico Altemps, otro cardenal -éste autriaco- sobrino de papa -Pío IV- y gran coleccionista de arte antiguo, remozó en 1568 el palacio romano que lleva su nombre para convertirlo esencialmente en centro de exposición de su formidable patrimonio artístico. El recinto, en el que destaca una soberbia capilla, una gran chimenea renacentista y restos de frescos de diversas épocas, entre otros de Pomarancio, resulta por ello adecuado para la función que ahora vuelve a asumir.

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