Curiosa síntesis
En EL PAÍS del pasado 22 de abril aparece una crónica del debate celebrado en el Instituto de Filosofia del CSIC sobre el papel de los filósofos en la prensa, en el que intervine como moderador de la sesión. Si me abstuve de participar en el debate propiamente diho no fue, contra lo que asegura el cronista, porque "no quisiera entrar por esa vez en profundidades", sino porque entendía que aquél no era el cometido que corresponde a un simple moderador y porque no me consideraba demasiado autorizado a pronunciarme sobre el asunto, habida cuenta de que sólo esporádicamente escribo en los periódicos, casi siempre en esta sección de Cartas al director.En el curso del debate, alguien del público aludió a los disparates que la prensa hace pasar en ocasiones como opiniones de los filósofos, disparates que esa persona atribuía caritativamente a las limitaciones de espacio y tiempo impuestas por la naturaleza misma de los medios de comunicación masiva. Quisiera reclamar la aplicación de semejante principio de caridad a las supuestas afirmaciones mías que se recogen en la citada crónica. Al comienzo de la sesión, y con el fin de animar a intervertir en la discusión a los más bien remisos colegas que integraban conmigo la mesa redonda, les dije en broma que no se hicieran los tímidos, puesto que en sus asiduas colaboraciones en la prensa no se mostraban de ordinario tan vergonzosos.
Al final de la sesión, quise concluir con un recuerdo a José Luis Aranguren, a quien muchos de los presentes teníamos por modelo de cómo los filósofos pueden servirse de la prensa para expresar sus ideas sin por ello renunciar a la independencia y el distanciamiento crítico tenidos por característicos de su condición de tales.
Y he aquí la curiosa síntesis que de mis dos intervenciones se hace en la crónica del debate: "Javier Muguerza dice que para utilizar los medios de comunicación se necesita una cierta desvergüenza y concluye que la prensa arroja una serie de oportunidades para los filósofos, como se ha demostrado en el caso de José Lui Aranguren". Que Dios y Aranguren perdonen al cronista, o a quien corresponda, como yo por mi parte, superado el estupor inicial que me produjo la lectura del párrafo, tampoco voy a dejar de hacerlo al fin y al cabo.-
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