Nicolas Muller: "Hacer retratos es hacer uso de la intuición"
El fotógrafo húngaro presenta una retrospectiva de su obra en Madrid
El fotógrafo de origen húngaro Nicolas Muller (Oroshaza, 1913), uno de los primeros representantes de la llamada fotografía social en los años treinta, puede decir que ha plasmado sus pensamientos en imágenes. No porque Muller haya tratado de imponer una ideología con ellas, sino porque persiguió siempre dar un testimonio llano y conmovedor de la gente y los paisajes que encontró a su paso. "Hacer retratos es hacer uso de la intuición", afirma. El Museo Antropológico de Madrid (antiguo MEAC) presenta una amplia retrospectiva de este artista.
Muller ha cultivado principalmente los géneros de la fotografía social, el paisaje y los retratos. La exposición incluye un conjunto de fotos de los años treinta en Hungría, y otros de Francia, Portugal, Marruecos y España, los lugares en los que vivió.También hay una galería de retratos de intelectuales españoles, desde Pío Baroja y Ortega y Gasset hasta Camilo José Cela. Es quizá en este género donde el fotógrafo ha cosechado mayores satisfacciones, por la amistad que conservó con algunos de ellos. "En los tres géneros he tenido experiencias muy distintas", dice. "Yo de los intelectuales aprendí mucho. Pero no hacía las fotos poniéndolos a posar. Al militar, el valor se le supone; al fotógrafo, la técnica es la que se le supone. Para mí, hacer esos retratos era hacer uso de la intuición. Las hacía charlando y conversando con ellos, preguntando. La mayoría tuvo después amistad conmigo. Creo que era el único extranjero que iba a la tertulia de Ortega y Gasset, con Julián Marías y Pedro Laín Entralgo, o Rodrigo Uría. Me acogieron muy bien, y se lo agradezco, porque eso enriquece la vida".
Se nota el cariño que guarda por estos rostros ya históricos. "Yo quisiera que la gente que visite la exposición note la ternura que sentía hacia mis retratados, y cierto humor que hay detrás de ellos. Son imágenes que incitan a la sonrisa".
Incluso en los trabajos sobre territorios norteafricanos o españoles, los ojos de Muller siempre buscaron otros ojos. "El paisaje fotográfico en sí no me interesaba tanto. Siempre intenté incluir algunas personas o la vida dentro del paisaje. La huella del hombre", dice.
Con la llegada del nazismo emigró a París, donde mantuvo contacto con otros grandes nombres de la fotografía, también húngaros, como Robert Capa, André Kertesz y Brassaï. Huyó de París y se refugió brevemente en Portugal; de ahí tuvo que salir también y llegó a Tánger, un paraíso internacional "donde siempre comimos pan blanco", recuerda Muller.
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