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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Motivos de Garzón

AL FICHAR el presidente, del Gobierno a Baltasar Garzón para su campaña, ambos asumían riesgos. El de Felipe González era que pasase lo que ha ocurrido: que el famoso juez se sintiera defraudado en sus expectativas y se fuera dando un portazo, acusando al presidente de haberle utilizado. Esas expectativas eran proporcionales a los halagos utilizados para atraerle, incluyendo su presencia como número dos de la lista por Madrid, inmediatamente detrás de Felipe González. Un año después, Garzón dice haberse sentido desautorizado por el presidente al comprobar que no se contaba con él para combatir la corrupción.En el primero de los dos debates. televisivos con Aznar, González anunció hace un año que pensaba ofrecer a Garzón la presidencia de una comisión parlamentaria sobre financiación irregular de los partidos. Según trascendió entonces, el primer sorprendido fue el propio Garzón, que no había sido consultado. En cualquier caso, la oferta fue luego olvidada, lo que permite al ex juez deducir, retrospectivamente, que la oferta era un mero "ardid electoral" de González. Si lo fue, ahora paga el presidente el precio de la desafección de alguien que conserva una popularidad considerable.

Garzón combinó las razones políticas y de desengaño personal para explicar su salida. Aseguró haber comunicado a Felipe González, en vísperas del debate sobre el estado de la nación, su intención de dimitir si no apreciaba un cambio respecto a lo que consideraba pasividad del Gobierno frente a la corrupción. Al actuar así, Garzón era consecuente con los motivos por los que fue reclutado -su trayectoria anterior-, y en función de los cuales muchos ciudadanos dieron su voto al PSOE el 6 de junio. Siendo miembro del Gobierno, y no sólo un diputado del Grupo Socialista, si la política del Ejecutivo le planteaba un conflicto de conciencia, estaba obligado a dimitir.

Se puede entender que aplazase la formalización de la dimisión, a la espera de una rectificación; pero no resulta lógico que identifique la falta de voluntad de rectificación del Gobierno con su escaso protagonismo en la resolución dada a la crisis del Ministerio del Interior. Que nadie le consultase sobre la fusión de ese departamento con el de Justicia, o sobre la persona indicada para convertirse en secretario de Estado de Interior, puede ser lamentable para él, pero no prueba la falta de voluntad de luchar contra la corrupción. Su argumentación es aquí muy subjetiva.

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Motivos para desengancharse del Gobierno por su actitud frente a la corrupción no le han faltado a Garzón -ni a nadie- durante este año. Que éste elija para irse el momento en que el Gobierno parece reaccionar es una contradicción que no supo explicar en su rueda de prensa. Tampoco se entiende su justificación de la renuncia al escaño: defraudar a sus votantes por "apoyar a un Gobierno que no ha demostrado confianza en mí". En todo caso se trata de decisiones respetables, muy distintas de las de los tránsfugas que se van con el escaño puesto o de los que tragan lo que haga falta con tal de seguir en el puesto.

Por ello, lo más lamentable de este viaje de ida y vuelta es el fracaso de un intento que fue visto como una oportunidad de renovación del personal político: un ensayo de incorporar al Parlamento personas que habían acreditado sus capacidades en actividades ajenas a la política profesional, y cuya independencia se consideraba una garantía para la entrada de ideas nuevas y comportamientos menos rígidos en los grupos parlamentarios. Era condición para ello que los independientes pudieran actuar como tales sin que nadie se lo reprochara. Si no en el Gobierno, en la medida en que accedieran a puestos de relieve en el mismo, sí en cuanto diputados. Seguramente es cierto que la bisoñez de Garzón le hizo tomarse demasiado al pie de la letra los halagos al juez Garzón, y luego al diputado Garzón. Es probable, por ello, que haya un componente de despecho en su renuncia al cargo. Pero que nadie en el PSOE haya sido capaz de convencerle de que siguiera como diputado supone un fracaso político considerable.

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