De Madrid a El Cairo
JAVIER SOLANAEl proceso de paz para Oriente Próximo se inició en Madrid en medio del escepticismo sobre sus resultados, señala el autor del artículo. Sin embargo, ahora en El Cairo se ha logrado poner en práctica.
Un frío día otoñal madrileño acogió, el 30 de octubre de 1991, la Conferencia de Paz sobre Oriente Próximo. Esa frialdad se podía sentir también en la actitud de los distintos dignatarios asistentes al acto de apertura. Existían muchas dudas y múltiples interrogantes acerca del proceso que se inauguraba. Por primera vez, y tras 56 planes de paz, se conseguía sentar en torno a una misma mesa a todas las partes involucradas en este dolor oso y largo conflicto.Tres generaciones de árabes, palestinos e israelíes habían sido testigos de guerras, violencia y odios seculares. Había llegado el momento de pasar esta página dramática de su existencia.
En Madrid, se ponía punto final a un periodo de la historia de Oriente Próximo y se abría una ventana de esperanza para la paz y el desarrollo de toda esa región. Se iniciaba un proceso complejo, y sin duda no exento de obstáculos, pero que rompía con largos años de enfrentamiento. Se hizo una apuesta por el diálogo y la diplomacia como únicas vías para instaurar una paz duradera en la región.
En el palacio de Oriente se dio el primer paso, se rompieron barreras psicológicas, se vislumbró, por primera vez, la posibilidad de paz. Nadie ignoraba todo el camino que quedaba por recorrer. Tras Madrid, se sucedieron 12 rondas de negociaciones bilaterales, todas ellas útiles para lograr adaptar las viejas mentalidades de confrontación a las nuevas voluntades de cooperación. Junto a éstas, las partes interesadas descubrieron la virtualidad de diseñar conjuntamente su futuro. La dimensión multilateral del proceso, también surgida del marco formal de Madrid, demostró su utilidad. Cuarenta y cinco países aceptaron reunirse para identificar y programar su cooperación futura, en áreas tan vitales para sus intereses como el control de armamentos, los recursos hídricos, el medio ambiente, el desarrollo económico y la suerte de los refugiados.
Durante estos años, España mantuvo su compromiso político y económico en favor del proceso, reforzando su política bilateral con todos los países de la zona y su acción multilateral, tanto dentro de la Unión Europea como en los distintos foros creados en torno al proceso de paz.
Ahora en El Cairo, se ha puesto en práctica el espíritu de Madrid. Lo que fueron declaraciones de intención y compromisos diplomáticos se han convertido en realidades prácticas tras el acuerdo de Oslo y la firma de la declaración de principios en Washington. La nueva autoridad nacional palestina comenzará en los próximos días a ejercer sus anheladas competencias sobre Gaza y Jericó. La policía palestina, primer símbolo de esta autoridad, se hará cargo de la seguridad en estos territorios próximamente.
Este acuerdo de El Cairo inaugura una etapa esencial en Oriente Próximo. Se pondrá a prueba la posibilidad de coexistencia de dos pueblos históricamente enfrentados y su voluntad de construir una vecindad pacífica y de cooperación para su futuro. Estos próximos años serán vitales. A corto plazo, el buen funcionamiento de la policía palestina será esencial para garantizar el éxito de esta etapa transitoria. A medio plazo, la celebración de elecciones en los territorios ocupados será necesaria para consolidar políticamente la futura entidad palestina. Cito, entre otras muchas, estas dos cuestiones porque España ha ofrecido para ellas su apoyo y colaboración.
No obstante, quedarán todavía muchos obstáculos que superar: asentamientos, refugiados, Jerusalén y, sobre todo, el estatuto final de los territorios.
Estos avances en la banda palestina y las expectativas iniciadas tras la reciente gira del secretario de Estado norteámericano, Warren Christopher, por la región -que auguran un desbloqueo de la negociación con Siria- abren la esperanza de alcanzar similares acuerdos con Jordania y el Líbano, y así aproximarse al objetivo final de alcanzar una paz global en la zona.
El mundo fue testigo, el pasado miércoles, de una nueva experiencia diplomática. La negociación en directo, a través de la televisión. La opinión pública internacional presenció los complejos problemas que israelíes y palestinos han logrado vencer y las enormes dificultades que tienen todavía que resolver. Pero, al mismo tiempo, esta misma opinión pública internacional ejercía, de alguna manera, su presión ante las par tes para que la firma pudiese finalmente efectuarse.
Es hora ya de acabar con viejos fantasmas y planteamientos del pasado. Hay que invertir el marco Habia llegado emocional des tructivo que ha el momento presidido tantas décadas en Oriente Próximo; hay que desterrar los monólogos de las armas, tan presentes en esta zona, y dar paso al diálogo de la diplomacia. Si se quiere vencer a los radicales y a los violentos, la única alernativa racional es apoyar este proceso de paz sur gido en Madrid. España, que no ha sido parte de los problemas, quiere, sin embargo, ser parte en su solución y para ello no escatimará esfuerzo alguno en favor de la tan anhelada paz.
es ministro de Asuntos Exteriores.
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