Gorazde, la enésima farsa
MONSERRAT ARMENGOU y MIGUEL MOLLEDALos autores consideran que el desenlace de la crisis de Gorazde no altera una consideración fundamental: que hay que parar los pies al fascismo desde el principio.
Estamos ya un poco hartos de Bosnia, según parece. Olvidada Sarajevo, básicamente porque ya hay menos tiros, pese a que la berlinización de la ciudad continúa implacable, ahora estamos a vueltas con Gorazde. Sí, estamos cansados, todos los días las mismas informaciones. Incluso los Balcanes ya parecen un poco más lejanos de lo que nos aseguraban al principio: "A tres horas de vuelo de Madrid, a dos de Barcelona", etcétera.Pero el gueto de Gorazde está semidestruido, cierto que no parece haber caído. Triste y mentirosa victoria. De nuevo la repetición de la farsa, que se escenifica hasta el hartazgo desde hace dos años. La libertad de información se encuentra también entre las víctimas de la arrasada Gorazde. Muchas piezas de artillería y carros de combate T-55, que dispararon durante 23 meses contra Sarajevo, lo han hecho ahora con total impunidad a escasos 500 metros del centro residencial del enclave musulmán. Esos musulmanes casi como nosotros, la mayoría rubios y con ojos azules, sin dagas ni turbantes. Las granadas han impactado de lleno en recintos humanitarios atestados de esos musulmanes de religión equivocada, motivo más que suficiente de los agresores para dispararles, después de haberlos expulsado, "purificando" sus "territorios histórícos". Serán 500, quizá 1.000, nuevos muertos "turcos". Qué más da, si ni tan siquiera la ONU se ha tomado en serio su protección en esas reservas indias en las que se les prometió seguridad. Deberían estar agradecidos estos islamizados, al menos la diplomacia europea se preocupa por su salud. Que se den por satisfechos y piensen en Ruanda.
Tenía razón el jefe de Unprofor en Sarajevo, el teniente general Michael Rose; al fin y al cabo, los serbios no querían conquistar Gorazde. Son sólo los últimos retoques, el ensanche de corredores, las últimas pinceladas. Tal vez los últimos actos de la comedia, que aún veremos repetirse en otras partes de Bosnia-Herzegovina.
Pero, claro, sigue siendo pesado todo esto de Bosnia. Durante el asedio a Gorazde, los radioaficionados lanzaban mensajes desesperados para que, por Dios -no el suyo, no, sino ese otro Dios, ese God supuestamente blanco y cristiano a quien tantas veces se ha invocado-, les ayudase. También es muy desagradable que el alcalde de Tuzla, cuando los obuses caían a razón de uno cada 20 segundos no lejos de allí, sobre Gorazde, se atreviera a comparar el bombardeo con el de Gernika. ¿No será que aunque aquello es un con flicto lejano, un conflicto re gional, como gustan en llamarlo algunos "mediadores internacionales", muchos episodios de esta guerra nos suenan? ¿O es que ya está olvida da aquella otra guerra contra el fascismo, en la que "la comunidad internacional" nos apoyaba con una mano y nos embargaba las armas con la otra? Parece que Europa, otra vez como un emparedado entre Estados Unidos y Rusia como hace 50 años, no aprendió la lección: al fascismo se le tiene que parar los pies de manera contundente, incluso desmesurada, desde el principio. En los Balcanes, llevamos ya dos años sin salvar ni a los bosnios ni a nosotros mismos. La falta, no ya de solidaridad, sino de inteligencia, que han demostrado los políticos en este conflicto tiene que hacernos ver que no estamos vacunados contra este virus, que si no lo paramos se extenderá.Los autores pertenecen al colectivo Periodistas por Bosnia, que trata de ayudar en el difícil desempeño de su labor a los informadores de la antigua Yugoslavia que apoyan la convivencia multiétnica.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Archivado En
Últimas noticias
La policía registra varios domicilios y las oficinas de la ministra francesa Rachida Dati por otro presunto caso de corrupción
Un tribunal envía a la cárcel a los exministros Luis Fernando Velasco y Ricardo Bonilla por el entramado de la UNGRD
Sheinbaum pide que se revise la constitucionalidad de la ley de paridad de San Luis Potosí
La muerte de la jueza ‘influencer’ que denunció acoso laboral estremece a Colombia
Lo más visto
- Los hijos de Isak Andic negocian un acuerdo para pagar 27 millones a la pareja del empresario y cerrar el conflicto por el legado
- Irene Escolar: “Si la gente se droga es porque encuentra en ello una anestesia que necesita. Negarlo es absurdo”
- La población de pumas de la Patagonia se dispara gracias a una presa inesperada: los pingüinos
- El Supremo condena a ‘Okdiario’ y a Eduardo Inda por intromisión en el honor de Iglesias al acusarle de cobrar de Venezuela
- El Supremo ordena al ex fiscal general el pago de la multa y la indemnización a la pareja de Ayuso que le impuso al condenarle




























































