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FIESTAS DE LA COMUNIDAD DE MADRID

Los matarifes

Los matarifes ya están aquí.Ya llegaron los matarifes zumbando la pandereta. Matarifes tocados de castoreñito coquetón, chaquetilla bordada en oro, pantaloncito de crudo paño, bota fierro para proteger la peluda pierna, caballeros de gigantesco percherón oculto bajo un manto de guatas. Ya están aquí los matarifes, que salieron con todo su bagaje y toda su saña en el primer festejo de las llamadas Fiestas de la Comunidad -!oh!- a demostrar, ya desde el primer día y desde la primera hora, que buenos son ellos, que manos arriba, que va listo el toro -da igual si es novillo e inválido- si tiene la osadía de ponerse a su alcance.

Encaramados en la fortaleza, los matarifes les metían hierro incivil a los novillos por los espinazos de atrás o los blandos bajeros, mientras los pobres animaluchos se enredaban en la empalizada del peto. Hundida la vara, apoyaban en ella su corpachón, convirtiéndola en eje de lo que había de venir. Y lo que había de venir era la barbarie, la destrucción total de las pocas fuerzas que le pudieran quedar al animalito inocente, dando vueltas a su alrededor para que no tuviera escapatoria y hubiese de soportar sin decir ni mú aquel castigo desaforado.

Peñajara // Romero, Gallego, Ortega

Cinco novillos de Peñajara (uno fue devuelto por Inválido), discretos de presencia; inválidos, encastados. 2º, sobrero de Palomo Linares, terciado, manso.Jesús Romero: bajonazo descarado (algunas palmas); pinchazo y estocada trasera baja (silencio). Pepe Luis Gallego: pinchazo y estocada corta trasera tendida (algunas palmas); espadazo al aire, pinchazo y estocada ladeada (silencio). José Ortega, de Madrid, nuevo en esta plaza: dos pinchazos y estocada (silencio); estocada (silencio). Plaza de Las Ventas, 29 de abril. 1ª corrida de las Fiestas de la Comunidad. Cerca del lleno.

Perpetradas las agresiones, uno de los novillos -que fue el sexto- acabó moribundo, y el resto, lamentando haber nacido. Y todo eso ocurrió a pesar de que salieron con claros síntomas de invalidez. No exactamente: salían, en realidad, nerviosos y retadores; se arrancaban feroches a los peones, obligándoles a guarecerse, y al sentirse burlados, tomaban venganza corneando burladeros. Gran inquietud había entonces en la plaza. Pero un minuto después (podían ser dos), a los novillos pendencieros les entraba de súbito la flojera, trastabillaban, rodaban desmadejados por la arena.

Ir a las corridas de toros y a las novilladas se ha convertido en ver cómo se caen los toros y los novillos sin razón que lo justifique. El toro de lidia, un animal que no lo dio nunca la naturaleza tan armonioso, potente y bravo, ha pasado a ser el único de los creados que se cae por las buenas. ¿Ha visto alguien caerse (por las buenas) una vaca lechera, un gato, un pollo tomatero? Nadie de la ciencia veterinaria, ni de la industria ganadera, ni de la autoridad competente, explica por qué todas las tardes han de caerse todos los toros, ni allega tampoco los adecuados remedios. De donde se deduce que esta fiesta, o es un fraude en su mismo planteamiento, o no tiene solución, o la solución será sustituir los toros de lidia por vacas lecheras, por gatos o por pollos tomateros.

Intentaron torear los jóvenes espadas con escasas posibilidades de lucimiento, si bien mostraron disposición diversa. Así, Jesús Romero ensayó un toreo ajustado a los cánones, imposible de realizar frente aquellos proyectos de cadáveres. Pepe Luis Gallego hubo de aguantar unas embestidas finalmente recrecidas fruto de la casta que tenían sus novillos, aunque las tomó sin templanza y mostrando cierto aire codillero. José Ortega, pundonoroso y valiente, pareció poco placeado, y le desbordó el tercer novillo. El sexto, ejecutado en varas, ya no pudo más, a poco de iniciarle Ortega la faena cayó sobre los pitones y de poco se mata por segunda vez.

De tal guisa, más o menos, empezaron -¡oh!- las Fiestas de la Comunidad. A cualquier cosa llaman fiesta.

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