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Los artistas españoles se miran en el espejo

Diez autorretratos de Picasso encabezan una muestra sobre el tema en Madrid

La Fundación Cultural Mapfre Vida presenta hoy en Madrid una importante muestra sobre la imagen que los artistas españoles contemporáneos nos han dado de sí mismos. El autorretrato en España de Picasso a nuestros días completa el díptico iniciado hace tres años, por la propia fundación, centrado entonces en el periodo comprendido entre Goya y Picasso. Diez autorretratos del artista malagueño presiden hoy este nuevo recorrido a través de los rostros de medio centenar de pintores y escultures del panorama español del siglo XX.

Aunque hermanos, el retrato y el autorretrato son temas que abren en la mirada del artista dos abismos de naturaleza y significación radicalmente distintas. En el primer caso, el artista persigue, ante todo, el enigma del otro; pero, en el segundo, se enfrenta desde luego a un reto que le compromete, de un modo mucho más decisivo, al vértigo de su esquiva identidad. Y, en ese sentido, la historia que acerca ese doble género hacia nosotros establece también, desde la progresiva pérdida del valor social de uso del retrato, un desplazamiento del centro de gravedad desde éste hacia el autorretrato. En ese reto especular, donde el artista, en su carácter de héroe moderno, rastrea la fuga sin fin de su equívoca naturaleza, el espectador acecha también con pasión también ese rastro, no menos fugitivo, que deja tras de sí la estampa del mito.En el espacio de la pintura contemporánea, esa mirada que el artista vuelca sobre el espejo para interrogar su propia imagen abarca un territorio en el que se incluyen actitudes muy dispares, incluso radicalmente opuestas. Podrá ser, así, lugar de la incertidumbre o de la angustia, como cuando Giacometti declaraba la imposibilidad absoluta de reflejar la visión de la línea que iba de su oreja hasta la barbilla o Bacon se veía obligado a concentrarse en su propio rostro, que detestaba, porque, decía, "la gente ha comenzado a morirse a mi alrededor como moscas, y no tenía a nadie a quien pintar más que a mí". Otras veces, se hará dominio, no menos despiadado, para la ironía, como en el consejo de Warhol a los artistas dispuestos a autorretratarse: "Omitid todos los defectos; no forman parte de la buena imagen que deseáis".

Fríos o calientes, viscerales idealmente serenos, directos elípticos, los autorretratos que nos lega el creador contemporáneo nacen así, en el intrincado tejido plural que forman los lenguajes y actitudes del siglo.

La excelente muestra que hoy presenta la Fundación Mapfre (avenida General Perón, 40, de Madrid) nos ofrece un fiel reflejo de la riqueza de ese espejo laberíntico, a través de un itinerario que recorre la memoria del arte español de este siglo, tanto en sus protagonistas fundamentales como en otras figuras colaterales que, siendo menos obvias, no resultan, por lo general, menos oportunas. En su viaje a través del rostro que la plástica española nos ha dado de sí misma, esta cuidada selección nos depara muchas y memorables sorpresas.

Así, junto al fértil ciclo de efigies picassianas que culminan en ese impresionante ejemplo tardío, fechado en el 72, donde el rostro se torna ya calavera, acercándonos a la certeza de su ya cercana finitud, otros conjuntos esenciales se centran en torno a Julio González, Tàpies y, con intensidad algo menor, en Dalí. Entre los ejemplos únicos, presididos desde luego por ese autorretrato fundamental de Joan Miró, destacan también, entre otros, los de Bores, Ángeles Santos, Gargallo, Ferrant, Millares, Ucelay, Chillida, Arroyo o el Equipo Crónica. Y en ese juego, donde los rasgos del artista se camuflan a menudo entre el equívoco o la esencia -como en Gordillo, Alfaro o el Sicilia más próximo- esta galería impúdica y apasionante nos acerca hacia la tensión del presente con otras piezas espléndidas de Herminio Molero, Pérez Villalta y Miquel Barceló.

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