Las películas experimentales continúan su paseo al filo del cine y la pintura
Más de 150 filmes de 20 países se exhiben en el festival cinematográfico madrileño
La IV Semana de Cine Experimental de Madrid, que concluye mañana, ha reunido, durante siete días, cerca de 150 filmes 20 países, en lo que es casi el único reducto de distribución de un género marginal por naturaleza. Lejos del circuito comercial, este género ha sido un campo de investigación visual y conceptual que en algunos casos ha ayudado a madurar el len guaje de los grandes creadores del séptimo arte. Al filo del cine y el arte, los filmes experimentales siguen apostando por el riesgo, aunque, como en todo laboratorio, no son escasos los intentos fallidos.
El llamado cine experimental, aquel que nada tiene que ver con el que habitualmente se exhibe en los cinematógrafos o se emite por las cadenas de televisión, el que no trata de contar una historia o al menos hacerlo según las estructuras dramáticas tradicionales, aparece de forma paralela durante los años veinte. Tiene un enorme auge durante la década de los sesenta, debido al desarrollo económico. Luego vuelve a su lánguida vida a raíz de la crisis del petróleo de 1973 y los años noventa recortan aún más sus alas, como consecuencia directa de las restricciones presupuestarias mundiales.La práctica totalidad del cine experimental no está hecho por cineastas que se lo plantean como un primer paso, o primer trabajo, dentro de su carrera profesional, sino por artistas, generalmente pintores que se lo toman como una experiencia más dentro del conjunto de su obra. Por ello este tipo de cine está en buena medida ligado a las diferentes corrientes artísticas con que ha convivido a lo largo de su existencia. Y su grado de experimentación gira más en torno a sus aspectos puramente visuales que a los derivados de las técnicas cinematográficas, por lo que puede decirse que siempre ha sido muy similar.
La IV Semana de Cine Experimental de Madrid se inauguró el pasado martes, día 12, con la proyección de la insólita producción belga Tango tango (1994), de Frans Buyens. Tomando como punto de partida la obra de teatro Tango, dirigida por Erik Wouters e interpretada por la compañía Theater Stap de disminuidos psíquicos, el documentalista belga Frans Buyens hace una recreación cinematográfica sin palabras y con música de Flor Verschueren. El resultado es una extraña obra de vanguardia, que comienza con un entierro, sigue con un velatorio, pasa a estar integrada por una sucesión de números de circo y luego vuelve al entierro y el velatorio, siempre dentro de las características de una representación teatral.
Ante la imposibilidad de ser exhaustivo cabe destacar algunas obras exhibidas durante los primeros días. La producción francesa Ciselures (1992), de Frédérique Devaux y M. Amarger, típica obra de pintor que muestra un lienzo en movimiento con un cierto atractivo. La producción austríaca Der galaktische nordpol liegt im haar der Berenice (1992), escrita, producida, interpretada, fotografiada y dirigida por el checoslovaco Moucle Blackout, parte del mito de Artemisa y Acteón para narrar una compleja mezcla de vida, muerte y sexo, con imágenes un tanto insólitas y un clima bastante conseguido. La producción austriaca General motors (1993), dirigida y fotografiada por Sabine Hiebler y Gerhard Ertl, que a partir de turbias imágenes rodadas de un aparato de televisión hace un repetitivo montaje de bailes tiroleses con películas norteamericanas del oeste, hasta llegar a una completa fusión y destrucción.
La IV Semana de Cine Experimental de Madrid también incluye entre sus actividades una amplia muestra de cine experimental australiano; dos ciclos dedicados al alemán Heinz Emigholz y el español Adolfo Arrieta, y una reducida muestra del más reciente cine experimental británico, hoy y mañana a primera hora de la tarde.
Babelia
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