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Marcha forzada para recuperar el tiempo

Luis R. Aizpeolea

Mientras Mariano Rubio abandonaba el Congreso de los Diputados, seguido por una multitud de cámaras, los portavoces de los partidos continuaban en los pasillos la discusión abierta en la Comisión de Economía y que seguirá en los próximos días con el debate sobre el estado de la nación: las responsabilidades políticas.Rubio ya no interesaba políticamente a nadie. Mientras el revuelo seguía en los pasillos, Juan Pedro Hernández Moltó, portavoz socialista en la comisión, cuya contundente actuación contra Rubio ofreció la sorpresa de la jornada, atravesó la carrera de San Jerónimo para saludar a Carlos Solchaga. El ex ministro de Economía había seguido la sesión por televisión desde su despacho en la Presidencia del Grupo Socialista, enfrente del Congreso. "Está bien", se limitó a decir sobre Solchaga, a su regreso, minutos después.

La intervención de Hernández Moltó y la creación de la comisión investigadora pretendía dejar clara la voluntad socialista de acabar con la corrupción y también desmarcar al Gobierno y al PSOE del ex gobernador del Banco de España, sobre quien se ciernen cada vez más sombras de sospecha.

Los socialistas tratan de evitar que el escándalo arrastre tras de sí a nadie más, particularmente a Carlos Solchaga. El socialista Joaquín Almunia utilizó en los pasillos el mismo argumento que Solchaga sólo un día antes para eludir las responsabilidades políticas del ex ministro: "Por muy gobernador del Banco de España que fuera, la gestión de su patrimonio no es una función pública, sino privada".

Luisa Fernanda Rudi, la portavoz del PP, apuntaba en dirección contraria y más arriba: el presidente del Gobierno. Los populares centran su estrategia en intentar arrastrar a Felipe González en la caída de Mariano Rubio. "Felipe González es responsable de la corrupción que afecta a instituciones básicas del Estado", decía la portavoz del PP.

El otro flanco de su estrategia de ayer apuntaba a la descalificación de toda la gestión del Gobierno. El PP le responsabilizó de la cultura del pelotazo y de que en España la juventud "piense más en ganar dinero, en tener un yate, que en el trabajo bien hecho". En este extremo coincidió con IU, que también pidió la dimisión de Solchaga.

Más allá de las frases, el reto que ahora se les plantea a los socialistas es recuperar, a marchas forzadas, la credibilidad social. Ayer ganaron una batalla, la de la contundencia. Ahora les queda otra más, la recuperación del tiempo perdido. Los propios socialistas temen llegar tarde.

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