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Reportaje:

El Tenorio sobre ruedas

El seiscientos permitió hablar de democracia e igualdad en la España franquista

"A la hora de efectuar la crónica sentimental de España, el 600 ocupa un lugar de honor junto a los baúles de la Piquer, las maracas de Machín y el negrito de Cola-Cao", aseguraba hace tiempo un periodista. Y es que, desde que en 1957, hace ahora 37 años, pusiera sus cuatro ruedas en la calle, pocos productos nacionales han derramado tanta tinta como el pequeño bólido. Su diminuta imagen, unida a la de su progenitora, la Sociedad Española de Automóviles de Turismo (Seat), trascendió a la simple idea de coche y fábrica y se reveló como un indicador socioeconómico y hasta biológico de la vida española de los 60.El Seiscientos nació, según cuenta Luis Villar, un hombre que llegó a ser secretario general de la empresa, para cumplir uno de los objetivos que se habían marcado en 1950, momento de su fundación: socializar el mundo del automóvil. Cuatro años antes había salido de las cadenas de montaje el primer coche de la firma española: un 1400, matrícula de 87223, que acaparó rápidamente el sector del taxi y motorizó a ministros y demás cargos oficiales. Ahora le llegaba el turno al ciudadano de a pie. "Había que hacer un coche pequeño que llegara a toda la población, y eso se logró totalmente, porque casi todos los españoles, hoy mayores de 45 años, han tenido un Seiscientos", afirma Villar.

Cualidades técnicas

A las cualidades técnicas del nuevo auto, ampliamente descritas por la prensa, y a su velocidad de crucero (110 kilómetros / hora) se sumó otro atractivo: desconocía la inflación. Empezó costando 68.000 pesetas, pero en los siete años siguientes el precio bajó a 62.500, cantidad que se mantuvo hasta el año 1968. "Si eso lo traducimos a pesetas constantes", explica Villar, "en 11 años el coche había bajado más del 40%".

Este hecho permitió, sin duda, a Seat conseguir su noble objetivo socializante, y gracias al Seiscientos se pudo hablar de democracia e igualdad, aunque sólo fuera en el ámbito de la automoción. "No es solamente utilitario, sino unitario e igualitario", afirmaba un cronista, "el coche era antes una trinchera más entre los españoles. El 600, como Don Juan Tenorio, abarca toda la escala social". "Fue el coche que democratizó el mundo de la automoción española", apostillaba otro.

En todas sus versiones (600, 600-D, 600-E y 600-L Especial), el coche acostumbró a las familias españolas a las apreturas, pero les hizo realidad uno de sus sueños más cotidianos junto con el pisito. "Tú, modesto Seiscientos, popular entre populares, andarín de todas las rutas, primer sueño sobre ruedas al alcance de tantos modestos bolsillos. En ti se ha hecho metálica carne ese sueño de película americana", romancea un inspirado periodista.

En 1967, el diario Pueblo le concedió el título de "Popular del Año" junto con el Che Guevara, El Cordobés y Santana. El galardón estaba más que justificado. De las 2.500 unidades fabricadas el primer año, se estaba a punto de conseguir la mítica cifra del medio millón y la producción seguía en aumento. En 1972, 750.000 familias, aproximadamente el 10% de la población nacional, poseían ya el preciado vehículo. La cifra invitaba a lucubraciones cuánticas y hasta espaciales. Según las cuentas de un periodista, los Seiscientos españoles, por el número de kilómetros recorridos, habrían. viajado a la Luna 209.247 veces.

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Parar la fabricación

En 1973, cuando se alcanzaban las 800.000 unidades, Seat dio la orden de parar la fabricación. Una decisión, entonces bastante incomprendida, pero plenamente justificada, según Villar. "El sistema de producción estaba anticuado y necesitaba muchísima gente, algo que ya no ocurría con el 850. El coche se había quedado desfasado para las nuevas normas de homologación y, además, no se podía parar en un modelo". El Seiscientos había vivido 16 primaveras, todo un récord en el mundo del motor, que sólo consiguieron igualar curiosamente sus grandes rivales, a los que la popularidad también había rebautizado: el cuatrolatas (Renault 4-L), el escarabajo (Volkswagen) o la cabra (Citroën 2 CV). Fue una proeza inacabada porque, como se lamentaba un periodista, "el 600 habría merecido ser millonario en producción".

La inspiración del huevo

Aunque el producto fue español, la idea se importó. Corría el final de los cuarenta cuando el Gobierno italiano, quizá con una visión futurista del atasco, buscaba un coche de no más 500 centímetros cúbicos para sustituir al topolino. Convocó un concurso nacional con la promesa de premiar al ganador con a exención del impuesto de lujo y la exclusiva de fabricación. El huevo era la fuente inagotable de inspiración para los diseñadores y su imagen se repetía en el Iseta y el gogomóvil. El premio fue para el Fiat 500, un coche en el que, según el decir popular, sólo "caben dos pesonas y el perroSeat quiso imitar la idea y el 15 de octubre de 1955 firmó un contrato con la empresa italiana para hacer la versión española, pero el Gobierno, menos generoso, se negó a perdonar el impuesto de lujo. "Entonces se decidió hacer un coche pequeño y no una moto grande. El seiscientos era ya todo un coche" señala Villar.

Su aceptación fue tan masiva que en poco tiempo monopolizó el mercado de cilindradas inferiores. Un poco más tarde extendió su dominio al de ocasión, y en 1972 la tercera parte de los coches de segunda mano eran seiscientos.

Sin olvidar que gracias a él se aceleró la entrada de España en Europa y se reforzó su presencia en América. "Cuando se retiró del mercado nacional" explica Villar, "seguimos exportándolo a Finlandia, donde llegó a ser el coche extranjero más matriculado; Portugal, Chile y Argentina".

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