Argentina elige hoy una Asamblea Constituyente para reformar la Carta Magna
Argentina parece prosperar como imaginó el tanguero nacional Armando Discépolo. El rico es aplaudido sin importar la procedencia de su riqueza y cuenta más el tener que el ser y el dinero que la ética. "¿Qué nos está pasando?", se pregunta, invocando su pensamiento, Raúl Alfonsín, anterior presidente de una nación de casi 33 millones de habitantes que hoy celebra elecciones constituyentes pactadas en lo esencial. Está pasando que en este país suramericano hay grandes espacios para el desarrollo, pero también para el desquite y la rapiña, después de las penurias y fracasos sufridos durante el Gobierno de aquel jefe radical.
El actual presidente, el peronista Carlos Menem, enredó a unos y otros, amnistió al generalato golpista y logró una estabilidad sin precedentes. Ganará los comícios, la Asamblea reformará la Constitución de 1853 y se cumplirá su sueño de caudillo: una prórroga en el mandato. Alfonsín dijo haber firmado con Menem el Pacto de Olivos porque temía que entre gallos y medianoche, y sin encomendarse a otra fuerza que no fuera la propia ambición y gran popularidad, el líder justicialista hubiera impuesto su continuidad y provocado las divisiones políticas que históricamente agradecieron los cuarteles criollos para marcar el paso a la sociedad civil.
Reforma viciada
En un desayuno de trabajo con corresponsales extranjeros, el ex gobernante aseguró que la intención de Carlos Menem era sorprender al radicalismo y aprobar una reforma viciada del texto fundamental. "Se ha hecho una interpretación peyorativa del pacto, pero conviene tener en cuenta que se venía encima un proyecto monstruoso. íbamos hacia un precipicio y había posibilidades reales de regresión democrática". No lo han percibido así las encuestas de opinión durante la campaña, y hay quienes entre la misma Unión Cívica Radical (UCR) y otros partidos de la oposición califican de inoportuno, claudicante o tributario un compromiso que Alfonsín acredita como cuerdo y salvador.
Carlos Álvarez, un disidente del peronismo que ahora encabeza el izquierdista Frente Grande, tercera fuerza en posibilidades al agrupar a los descontentos y víctimas del ajuste económico, lo denuncia por clandestino y reaccionario. Piensa que la UCR ya no es ni alternativa de Gobierno ni tampoco oposición. Cuando el frente comenzó a subir en las encuestas, disputando. al peronismo el primer lugar en la capital federal, el presidente argentino alertó a los cruzados porteños. "El Frente Grande es una alianza conformada por marxistas, comunistas y trotskistas". Chacho Álvarez le contestó con rapidez: "A Menem le ha salido a relucir su instinto primario, el, de enano fascista".
Los argentinos han observado cruzados de brazos la sucesión de actos electorales y los candidatos admitieron que sus proclamas interesaron poco. Una publicación cultural bonaerense, La Maga, atinaba en portada y a cinco columnas con el titular que mejor traduce la disposición de la mayoría: "La gente no entiende, no sabe, no contesta". El grueso del voto, de emisión obligatoria, no será tanto de refrendo al Pacto de Olivos como de castigo o aprobación a la actual política económica. Y en este apartado los peronistas tienen la batalla ganada, porque Argentina, aunque a trancas y barrancas y con graves desequilibrios, ha salido del estancamiento y crece.
Algunas personas consultadas en la calle se manifestaron contra Menem con calificativos de juzgado de guardia, pero reconocieron que apenas hay opción. El radicalismo, responsable y penitente ahora de la traumátia hiperinflación registrada años atrás, se tambalea, y el frente. de Álvarez juega con éxito a la contra, pero sin programa económico. "Menem quiere ser como Perón, pero no le llega a la suela del zapato. Lo que le salva es que, por lo menos la plata vale lo mismo por la mañana y por la tarde", dice Diego, un licenciado en arte de 32 años, dependiente en una librería.
Carlos Corach, primer candidato del justicialismo metropolitano, destaca el acuerdo porque su ausencia arruinó a Argentina durante décadas. "Raúl Alfonsín ha hecho un gran favor a la democracia".
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