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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Frutos del diálogo

EL PROBLEMA palestino ha entrado en una fase nueva; ya no se trata sólo de negociaciones y de acuerdos en un papel: ahora empiezan los cambios materiales, sobre el terreno. Las tropas israelíes han comenzado a evacuar ciertas zonas de la ciudad de Jericó y ya se han retirado de su principal base militar en Gaza. Al mismo tiempo se espera la llegada de los primeros destacamentos de la nueva policía palestina. La terrible matanza de Hebrón fue una provocación tan descarada que a la postre ha generado una reacción que la ha convertido en impulso a las negociaciones iniciadas en Washington en septiembre pasado. Entre otros signos del apoyo del Gobierno israelí al proceso de paz destaca el anuncio de la autorización a 49 deportados palestinos de regresar a sus hogares.No cabe ignorar, sin embargo, los gravísimos riesgos que se presentan ahora para el éxito de la operación de traspaso de poderes. Rabin y Arafat, cada uno desde sus criterios, tienen un mismo interés en el éxito de ese proceso, que debe demostrar la capacidad de palestinos e israelíes de convivir en territorios próximos, y en cierta medida mezclados. Ambos han jugado esa carta, pero tanto en el campo judío como en el palestino hay fuerzas interesadas en que Arafat y Rabin fracasen, en que no se pueda desarrollar el programa dibujado en Washington. En ese plano, es evidente que los grupos extremistas palestinos, que siempre se han opuesto a la política de paz de Arafat, y que han logrado mermar seriamente su autoridad en los últimos meses, serán una dificultad muy seria si persisten en su obstinación una vez que la responsabilidad del orden público recaiga de verdad en la policía palestina. Sin embargo, como se demostró en Hebrón, el principal obstáculo objetivo lo constituyen los asentamientos judíos.

No se puede olvidar que estos asentamientos fueron creados en el marco de una política radicalmente opuesta a la que hoy defiende Rabin: son destacamentos de judíos antiárabes, instalados cerca de ciudades palestinas, y cuya razón de ser era impedir que los palestinos pudiesen en un momento dado establecer su autogobierno. La evacuación de esos asentamientos tendrá que figurar en el orden del día de las negociaciones que deberán preparar las futuras etapas de la evacuación judía de los territorios ocupados. Pero, de un modo inmediato, Rabin está actuando con una debilidad peligrosa en este problema de los asentamientos. El desarme de los colonos es una medida urgente, de la que no podrá prescindir si quiere evitar nuevos horrores como los de Hebrón. En la reciente reunión con representantes de los colonos, Rabin se ha colocado a la defensiva, prometiendo que no realizará evacuaciones. Pero su verdadero papel ante los colonos es mostrarse enérgico, exigir el cese de las actitudes agresivas y dejar claro que no permitirá el sabotaje de colonos judíos a las evacuaciones de los territorios que han sido pactadas.

Por otra parte, llegan noticias esperanzadoras de Hebrón, teatro de la terrible matanza. Los observa dores internacionales (noruegos, daneses e italianos), cuya presencia se ha visto obligado a aceptar Rabin bajo la presión de la opinión mundial, se establecerán en esa ciudad en los próximos días. Y al mismo tiempo, el Gobierno israelí ha dado su consentimiento a un hecho político significativo: Mustapha Natche, antiguo alcalde de Hebrón y personalidad próxima a la OLP, ha vuelto a ocupar su cargo de alcalde, con el prestigio añadido que le da haber sido víctima de represalias israelíes.

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