Nueve horas y pico
En una larguísima jornada, los accionistas se preguntan por qué no se intervino antes
La junta duró nueve horas y algunos minutos. Comenzó con absoluta puntualidad y tras hacer la introducción el secretario, durante 21 minutos, y presentarla el notario, se produjo un auténtico desmadre. La junta se interrumpió 13 minutos tras los que ocho accionistas hicieron algo poco habitual en las juntas: intervenir para dar su punto de vista sobre el quorum para constituirla junta. Hablaron los más guerreros, que lo volverían a hacer después y de los que la mayoría votó en contra de todo o se abstuvo.A las 13.03, Alfredo Sáenz iniciaba el discurso y lo finalizaba a las 13.43. Sólo tuvo una interrupción y se mostró impertérrito con el alboroto organizado con una pancarta de Rumasa. Siguió a lo suyo y durante las nueve horas y pico de ajetreo no se levantó ni una sola vez del asiento (el resto de consejeros hacían mutis por turno).
Sáenz dio paso a las intervenciones con el ruego de que fueran cortas. Pero fracasó rotundamente esa vez y las ocho o diez más que lo intentó. Hasta tal punto que dadas las 15.30 y acogiéndose a la ley anunció que pondría un límite de cinco minutos. Hasta ese momento sólo habían intervenido unas 15 personas y se habían apuntado 62 (luego intervendrían algo más de 50).
Acababan de hablar el representante sindical Antonio García Fernández (12 minutos) y el presidente de Ausbanc, Luis Pineda, (unos 10). Pineda fue uno de los triunfadores particulares. Su petición de acción social de responsabilidad fue la apoyada por el consejo. Sáenz había dado un primer aviso sobre sus preferencias: "Que el notario recoja el escrito de la propuesta del accionista". Sólo Sáenz sabía que las posibles de otras agrupaciones de accionistas quedarían descolgadas. Esas otras agrupaciones hablaron después de la imposición de los cinco minutos y montaron más de un jaleo ante el notario, que tuvo que recordar la legalidad de la decisión del presidente.
Las intervenciones -con interrupciones incluidas- duraron cuatro horas y tres cuartos. Luego, media hora de respuestas por parte de Sáenz y votaciones. Del total de las personas que tomaron la palabra un gran ramillete eran de edad avanzada y jubilados. Forman parte del conocido paisaje de las intervenciones públicas de estas celebraciones bancarias. A pesar de que estaban reunidos para firmar el acta de defunción del banco tal como era, sus palabras no tenían un excesivo tono agrio. Casi todos apoyaron la acción de responsabilidad contra Mario Conde y el anterior consejo del banco, pero casi todos asumían en sus palabras que "lo importante es el futuro y sacar el banco del atolladero".
"Plan o liquidación"
Cada uno de los 260.000 accionistas del banco ha perdido las dos terceras partes del valor de sus acciones y, sin embargo, dan "su apoyo al nuevo presidente". "Qué remedio, o sale el plan de saneamiento o hay. liquidación", dice Miguel Otero, minutos antes de intervenir, mientras aparta los dos bastones cruzados en la silla de los oradores que le anteceden en el uso de la palabra.Los accionistas de mayor edad -"hemos tragado quina durante años", se quejaban- fueron los más críticos. Angel Martínez recordó que el yate de Mario Conde, a la venta por 800 millones, debiera ser un bien del banco. Juan Pablo Higuera, muy irritado, criticó que nombrarán a Sáenz presidente para "vender el banco al BBV". Emiliano Encinas, de la misma quinta, pidió que interviera "el Gobierno y el Rey, para aclarar este desfalco".
Los primeros turnos los consumieron los veteranos de estos eventos, Egea, Angulo, Royo, Gómez de Enterría, todos provistos de un discurso para la ocasión, con citas legales y literarias. Algunas actuaciones sirvieron de bálsamo al provocar fuertes carcajadas.
Manuel de Rábago, que representaba 591.000 acciones de directivos del banco, dijo que se abstendrían y -en una intervención plana y legalista- afirmó que conocía otros planes de saneamiento menos gravosos como el que se aplicó con el antiguo Banco Hispano Americano, que, dejó de dar dividendos durante varios años.
Hubo un orador llamado Luis Roldán que recordó que no tenía nada que ver con "otra persona que se llama igual que yo y que está muy de moda". Y además fue oficial de la Guardia Civil.
La junta más larga de la banca española, y con un asunto histórico que aprobar, caminaba durante la tarde por el tobogán de la inanición. Muchos accionistas lo previeron y se llevaron el bocadillo. Otros acudieron a la cafetería que hizo la mejor caja de su historia. Pero todos se preguntaban: "¿Por qué el Banco de España tardó tanto en dar con el problema de Banesto? ¿Por qué se aprobó una ampliación de capital unos meses antes? ¿Cómo pudo Mario Conde ser un gestor tan nefasto?"
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