Conde se esconde
Hubo un tiempo no muy lejano en el que un día como el de ayer era una celebración especial para Mario Conde. Durante una semana entera -hay quien dice que durante un año entero- este abogado del Estado nacido en Tuy (Pontevedra) se preparaba para saltar al escenario del Palacio de los Deportes madrileño o del pabellón del Real Madrid -donde ha celebrado Banesto sus últimas juntas generales- con todas sus galas. A su alrededor, un ramillete de amigos escogidos, o circunstanciales, sentados en los puestos del consejo del banco. Y al pie, en las primeras filas de platea, el resto de sus amigos, familiares (su mujer Lourdes Arroyo, siempre) y colaboradores. En una de las ocasiones también apareció excepcionalmente el presidente de la patronal, José María Cuevas, a dar un cumplido apoyo.Así fue durante las últimas seis juntas de Banesto. En la del año pasado, tras explicar las excelencias de la macroampliación del capital por más de 130.000 millones de pesetas que preparó con el banco de negocios estadounidense J. P. Morgan, algún que otro osado accionista o exigente sindicalista le lanzó duros ataques por su gestión. El presidente, arropado por los abucheos prácticamente generalizados de los asistentes, se superaba; pero la realidad era que estaba presagiando malos tiempos. Los recortes de dividendo y la rebaja de las calificaciones por parte de las más prestigiosas agencias de rating eran los peores síntomas. Pero Conde y los suyos siguieron adelante.
Actitud desconcertante
Las cosas han cambiado dermasiado y en muy poco tiempo para Mario Conde. Desde la destitución del 28-D, el ex presidente ha tenido una actitud desconcertante. Dio su particular visión de los hechos 14 días después de la intervención, presentó junto a varios ex consejeros recurso de alzada contra la destitución, le fue abierto expediente por el banco emisor, trató de pactar con las autoridades monetarias para que evitaran actuaciones contra él como la petición social de responsabilidad, dejó entrever por terceros que podría impugnar la junta y, finalmente, parece que ha preferido esconderse.Alguno de los consejeros que le apoyaron -incluso, el banco J. P. Morgan, que controla el 7,9% del banco a través del fondo Corsair- han cedido sus acciones al actual equipo gestor y Conde se ha quedado con muy pocos. Los accionistas -gran parte de los que le apoyaron- aprobaron un plan de saneamiento para arreglar lo que, supuestamente, él había estropeado y que provocó su destitución. Los accionistas han visto caer el valor de la acción vertiginosamente hasta menos de 800 pesetas. Ayer estaban de uñas con Conde. Era normal que el ex presidente decidiera guardarse su paquete de acciones (un 2,6% del capital) en el bolsillo y no apareciera ni enviara representantes ni impulsara impugnaciones ni avivara enfrentamientos.
Era normal. Estaría, posiblemente, en una de sus fincas.
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