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La Real Academia Española intenta acabar con el absentismo

Vargas Llosa, Ángel González y Luis Goytisolo optan a dos sillones

La Real Academia Española elige hoy dos nuevos miembros. Uno de ellos será, con toda probabilidad, el escritor peruano, nacionalizado español, Mario Vargas Llosa; otro habrá de dirimirse entre Ángel González y Luis Goytisolo. Vargas Llosa opta a ocupar una plaza sin sillón definido, aunque será académico de pleno derecho y automáticamente ocupará un sillón con letra en cuanto se produzca la primera baja por fallecimiento. Ángel González o Luis Goytisolo ocuparán el sillón C mayúscula, que quedó vacante por fallecimiento de Luis Rosales. En ambas votaciones se necesita la mayoría absoluta.

Con Vargas Llosa, la Academia aplicará hoy por primera vez los nuevos estatutos por los que, para paliar los efectos del absentismo laboral entre los especialistas de la lengua, se procederá a la votación de un nuevo académico que no sustituye a ningún miembro en concreto y que no tendrá sillón fijo hasta que se produzca el primer fallecimiento. El académico gozará de los mismos derechos que los que poseen sillón con letra.Los nuevos estatutos de la Academia recogen esta posibilidad, que seguramente será polémica y quizá provoque la reacción airada de algún miembro, si es sustituido contra su voluntad. Algunos hasta pueden botar de la cama y ponerse sanos de súbito. La nueva normativa, sin embargo, tiene precedentes, pues ya en el siglo XVIII había supernumerarios, cuya valía los situaba en la antesala de la docta sociedad, que es como decir a la vera del sillón que ocupaban académicos valetudinarios.

Los que accedían a la condición de miembros de número, no sólo consolidaban su prestigio sino que tenían ganada la inmortalidad. Ahora viene a ocurrir otro tanto, aunque sea moda referirse a la Academia con displicencia. No es cargo ni título remunerado, desde luego, mas la tarea a realizar y el aura de la nominación, compensan aquella carencia con creces. Así sucede que cuando los padrinos presentan a más de un candidato, éstos suelen emprender una campaña electoral en toda regla. Y si, finalmente, no salen elegidos, sufren un desgarro emocional de difícil recuperación.

El elegido, en cambio, entra en la inmortalidad deseada, pero su designación no será efectiva hasta que lea el discurso de ingreso, en acto memorable revestido de gran solemnidad. A veces se demora esta lectura por diversas circunstancias. Caso singular fue el de Salvador de Madariaga, elegido antes de la Guerra Civil, que demoró la lectura de su discurso a los años posteriores a la muerte de Franco.

Es norma, no escrita, que el académico entrante dedique un homenaje al finado a quien sustituye. Pero acaso no sustituya a nadie dado que le corresponde un sillón de nueva creación. Con esta novedad se encontró Gregorio Salvador, a quien correspondió la q minúscula y cumplió con la tradición dedicando un cálido elogio a la q, como letra atípica del alfabeto.

Hasta 1980 eran 36 los miembros de la Academia y posteriormente se han ido ampliando con minúsculas del alfabeto, a partir de la l que ocupó Joaquín Calvo Sotelo. Ahora bien, no siempre fueron tantos y seguramente tampoco tan sabios como en la actualidad. Los primeros académicos eran solamente ocho, provenientes de una tertulia de nobles, clérigos y algún erudito, que presidía el marqués de Villena. La Academia se fundó en Madrid el año 1713, y Felipe V la dio carta de realeza en 1714. Cuentan los anales de la institución que cuando el marqués expuso al rey los propósitos de la Academia -fundamentalmente, vigilar la pureza del idioma, fijarla, limpiarla y darla esplendor- su majestad no hubo de hacer suya la idea, pues dijo que ya la había alumbrado con anterioridad; faltaría más.

El marqués de Villena fue el primer director de la Academia y ocupó la letra A. El número de miembros se incrementó inmediatamente a 24 y en 1847 se fijaron los 36, que ya no variarían hasta 1980. Para justificar el número de sillones, agotado el alfabeto de la A a la Z, se matizó que éstas eran mayúsculas, y continuó la cuenta a partir de las minúsculas.

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