En los límites del refinamiento
Adiós a mi concubina se estrenó en Cannes en mayo de 1993. Casi un año por consiguiente ha tardado en llegar a España esta exquisita y monumental película, de las pocas que rozan la perfección y que acabó con las reservas ante el brote de genio que el cine chino viene regalándonos desde hace un lustro, desde que el director de esta película, Chen Kaige, presentó en 1988 en el mismo Cannes su maravillosa miniatura -cuyo estilo presagia la obra maestra que aquí comentamos- El rey de los niños.Adiós a mi concubina ha pasado diez meses enlatada y acumulando polvo, sin encontrar hasta ahora una pantalla española que la acogiera, mientras decenas y decenas de rellenos de los lotes de Hollywood -no las 10 o 20 grandes películas estadounidenses, que son imprescindibles, sino la morralla de las hollymemeces: más de 100 títulos completamente prescindibles, incluso penosos, de los que no queda rastro en la memoria de nadie coparon las pantallas y las envilecieron con su salvaje ley del embudo: las mejores fechas y cines para ellos, mientras obras maestras como esta se pudrían esperando un lugar de existencia.
Adiós a mi concubina
Dirección: Chen Kaige. Guión: Kaige, basado en una novela de Lilian Lee. Fotografía: Chu Changwei. Música: Zhao Jiping. China, 1993. Intérpretes: Leslie Cheung, Zhang Fenyi, Gong Li. Cines Ideal y, en v. o., Alphaville.
Son ya tres las crónicas que este comentarista ha dedicado, desde otros tantos festivales, a la espectacular carrera internacional de esta película (que parte como favorita en la inmediata carrera de los Oscar) y lo dicho en ellas se resume en el engarce de los tres calificativos antes empleados: exquisitez, monumentalidad y perfección. Kaige, en efecto, afronta un vasto relato de enorme dificultad, complejidad y ambición, y lo resuelve con una facilidad tan grande que, mientras la película se ve, su monumentalidad es cercanía, casi inmediatez; y su complejidad un alarde de sencillez.
Lucha por la libertad
Tres horas comprimen medio siglo de China contemporánea: telón de fondo de una indagación tensa y brillantísima -dotada de fuerza trágica y de un erotismo con gran capacidad de contagio- en la malla donde se entretejen las misteriosas e incapturables interrelaciones entre arte y vida y, dentro de esta, entre amor y muerte. El triángulo de intérpretes oficiantes de este fastuoso ritual histórico y erótico es asombroso y está asombrosamente engarzado por Kaige, que convierte el oficio de hacer cine en oficio de orfebre: hace miniaturismo con grandes volúmenes e intimismo con grandes gestos. Convierte una epopeya en un trenzado lírico y una dura tragedia en un reconfortante poema sobre los límites imprecisos que separan la amistad y el amor, enlazados en una desgarrada y audaz metáfora extraída del fondo de la China remota, pero aquí tan transparente que es nuestra, un signo inteligible en cualquier latitud del planeta.
Cine indispensable para quien crea que una pantalla es algo más que un pesebre para aburridos, Adios a mi concubina es una de las películas más importantes de los últimos años en todo el mundo: una imagen vital para entender la intensidad que la lucha por la libertad adquiere hoy en la insondable China viva; y un recuento de la exquisitez que la formas de la expresión artística, plástica, musical y poética alcanzan allí, tras milenios de afinamiento y refinamiento.
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