"Ahora estoy otra vez aburriéndome"
Los soldados de EE UU en Macedonia que vigilan la frontera con Serbia echan de menos la acción del otro lado
Estados Unidos se resiste a poner el pie en los Balcanes. Hasta ahora se ha limitado a poner su fuerza aérea y naval a disposición de Alianza Atlántica y de las Naciones Unidas y ha desoídas las peticiones de los mandos de la Fuerza de Protección de las Naciones Unidas (Unprofor) sobre el terreno para el envío de cascos azules a Bosnia. Tan sólo ha accedido a desplegar 300 hombres en Macedonia para velar por la integridad de la frontera con Serbia.
Todos los canales de la televisión y de la radio interrumpieron su programa el pasado 9 de febrero para anunciar que EE UU había reconocido a Macedonia. El presidente Kiro Gligorov expresó públicamente su agradecimiento. El reconocimiento pesaba más que el reconocimiento de varias decenas de países, proclamado en el último año y medio. Irritada por la decisión norteamericana de reconocer Macedonia, eso sí, bajo el nombre provisional Antigua República Yugoslava de Macedonia, Grecia reaccionó decretando el embargo en contra de su vecino del norte, cuyo nombre no reconoce, al considerarlo parte de su propia historia.
La formalización de las relaciones norteamericano-macedonias se produjo medio año después de la llegada de los 300 soldados estadounidenses procedentes de la base en Vilseck (Alemania) para observar, junto con 700 cascos azules escandinavos, la frontera serbio-macedonia y disuadir con su presencia a los serbios de posibles expansiones hacia el sur.
Formando parte del contingente de Unprofor, y por primera vez subordinados a un mando no norteamericano, los integrantes del primer batallón tuvieron que adaptarse a las circunstancias de mantener la paz en lugar de hacer la guerra. "Tuvimos que aprender a negociar y buscar compromisos en lugar de usar la fuerza, a la que estamos acostumbrados", explica el teniente coronel Carter Ham, comandante de la unidad norteamericana en Macedonia, estacionada al lado del aeropuerto Petrovec, a 15 kilómetros de Skopie, la capital.
La aceptación generosa del contingente norteamericano por parte de todos los partidos políticos en Macedonia, al considerar su presencia simbólica como un decisivo factor disuasorio para cual quiera que ose violar la integridad territorial del país, no hizo que se relajaran las impresionantes medidas de seguridad impuestas por los norteamericanos en su campamento, muy distante de la zona de guerra.
La sargento Kathleen Ollander, una de las cuatro mujeres en la unidad, se encarga de la prensa siguiendo atentamente las conversaciones con los soldados, generalmente aburridos por la ausencia de acción".
"Cuando la OTAN amenazó con bombardeos a los serbios comencé a seguir todas las noticias, pensando que algo iba a pasar. No pasó nada. Ahora estoy otra vez aburriéndome", dice Francisco Mireles, de 24 años, oriundo de Colorado, sin esconder que prefería estar con el Ejército norteamericano en Panamá, "donde había algo que hacer", a estar en el puesto de observación 11 para mirar e informar" acerca de los inexistentes movimientos de tropas en la frontera serbiomacedonia. Mireles envidia a los cascos azules en Bosnia "porque allí pasa algo". Ni Mireles, ni el sargento Forrest Taylor, ni el técnico de las fuerzas aéreas Jorge Molina sabían nada de Macedonia antes de llegar. Tampoco saben más ahora. Raras veces abandonan el polvoriento complejo militar. Los permisos y las prohibiciones de salir dependen de las circunstancias políticas: si el mando estima que la situación en los Balcanes podría perjudicar a los soldados norteamericaríos, convirtiéndoles en blanco de un ataque terrorista, entonces no hay salida.
Cuando salen en masa y se emborrachan, pueden generar problemas. Una veintena de cascos azules, completamente ebrios, desencadenaron una pelea en lapizzeria Dell'Fufó, en el centro de Skopie. Por casualidad, los adversarios, vestidos de civil, pertenecían a las tropas de élite de la policía macedonia. Los testigos de la pelea aseguran que la parte norteamericana llevó la peor parte.
El amor a distancia funciona bien: los soldados confinados en su campamento son invisibles para los macedonios. Para paliar el aislamiento, los soldados leen, escriben cartas, pero no siempre a gente conocida. Miles de cartas dirigidas al "soldado norteamericano", escritas por niños, adolescentes y gente común, elogiando la democracia y la bandera estadounidense, se reparten para ', elevar la moral". La familia Eissens de Illinois envió un libro de rezos; Joan Harris, esposa de un militar jubilado, describe a su familia en Offlo y concluye: "Les doy las gracias por mantener libre este país"; la estudiante Linda Lee Chambon, de Alabama, tan sólo escribió debajo de un corazón rojo: "Escríbeme. Gracias por ser parte del Ejército". "Yo contesto a todas las cartas procedentes e mi Estado", dice un soldado de Minnesota aburrido de vigilar la entrada al edificio de Unprofor en Skopie.
Limitar la influencia rusa
Desinteresadas por la soledad y el aburrimiento de los soldados, las autoridades macedonias esperan que el presidente estadounidense, Bill Clinton, apruebe la llegada de otros 3.000 soldados para establecer una base norteamericana en Macedonia, cimentando así la frontera serbio-macedonia como límite de la zona de influencia rusa. Las declaraciones o las insinuaciones del secretario de Estado norteamericano, Warren Christopher, acerca de la importancia de la estabilidad de Macedonia son interpretadas por los medios de comunicación macedonios, reflejo fiel de la política oficial, como una clara señal de que los estadounidenses no abandonarán Macedonia a su destino y no permitirán que sus hambrientos vecinos (serbios, griegos, búlgaros, albaneses y turcos) se repartan el pastel, todavía intacto.
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