Siete "bionautas" vuelven a encerrarse diez meses en un "invernadero" en Arizona
Siete bionautas se despiden hoy del mundo exterior para vivir los próximos diez meses en el invernadero más grande del mundo, en las montañas de Santa Catallna, al sur de Arizona (Estados Unidos). Es la segunda tripulación del proyecto Biosfera 2, un experimento tan ambicioso como polémico. Biosfera 2 -Biosfera 1 sería el planeta Tierra- es una gran estructura de acero y cristal que encierra varios microclimas en un espacio similar al de tres campos de fútbol y cuyo objetivo es doble: demostrar que un ecosistema puede ser autosuficiente y explorar modelos de posibles colonias para Marte o la Luna.Una primera expedición de ocho bionautas pasó dos años -de 1991 a 1993- en lo que los organizadores llaman sin ninguna modestia "el tubo de ensayo más grande del mundo". A pesar de los propósitos de aislamiento y autosuficiencia, la realidad obligó a los organizadores a inyectar oxígeno desde el exterior y a reponer la despensa y el botiquín aprovechando una salida al exterior por razones médicas. Las previsiones de productividad de la huerta y la granja del complejo estuvieron muy por debajo de lo esperado. La única colonia que prosperó, para desgracia de los ocho pobladores del invernadero, fue la de cucarachas.
La segunda expedición a Biosfera 2 ha aprendido de la experiencia. Su estancia durará sólo 10 meses y no habrá pretensiones de aislamiento del mundo exterior. Grupos de científicos visitarán periódicamente las instalaciones. Y como medida de control ecológico de las cucarachas, hoy se introducirán, junto a los seres humanos, 40 salamandras y 50 sapos.
La tripulación del segundo experimento, igual que la pionera, tiene una importante presencia internacional, y su edad media es ligeramente inferior. Hay dos norteamericanos, un inglés, un mexicano, una nepalí, una yugoslava y un australiano, todos ellos con edades comprendidas entre los 22 y los 39 años. Un mexicano, Norberto Alvárez-Romo, responsable de los sistemas cibernéticos, les acompañará los primeros tres meses.
Un millonario tejano
El proyecto tiene dos grandes impulsores: el alma de Biosfera 2 es John Allen, un profeta ecológico que ha creado varias comunas, una fundación en Londres y un centro de conferencias adecuado al medio ambiente en Katmandú. La cartera de la iniciátiva de Allen es Edward P. Bass, un millonario tejano de 48 años que se define como un "ecoinversor" y que forma parte de una de las comunas de Allen en Santa Fe, Nuevo México. Heredero de una enorme fortuna de origen petrolero y poco amante de la publicidad, Bass es el principal patrocinador privado de la investigación medioambiental en EE UU. En Biosfera 2 ha invertido 25,0 millones de dólares (35.000 millones de pesetas).
El proyecto ha recibido numerosas críticas desde su lanzamiento. Once de los científicos que asesoraban el experimento abandonaron el barco antes de que concluyera la primera misión. Se supone que ya se han analizado los datos de la experiencia: el comportamiento de los microclimas que se reproducen dentro del invernadero -bosque tropical, desierto y marisma- y la evolución de las 4.000 especies de animales y plantas. Pero no ha habido, por ahora, ninguna publicación.
A falta de resultados científicos, la vertiente turística del complejo Biosfera 2 ha dado muy buenos resultados. El hotel, los restaurantes y la tienda de regalos que rodean el invernadero fueron visitados por 500.000 personas en dos años. Los turistas tienen que pagar 12,95 dólares (1.800 pesetas) para ver a los bionautas en plena faena a través de los cristales de la estructura.
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