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Entrevista:XXXIII CONGRESO PSOE

"El Banco de España ha emitido más ideología que los congresos del PSOE"

Le gusta ascender, en la montaña y en la política. Pero se cuida de no asomarse al abismo. José Borrell, a sus 46 años, prefiere ir colocando hitos en el camino, con ambición, dice, de hacer, no de ser.

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Borrell utiliza un lápiz para escribir. Anota y borra. Le obsesiona la claridad, y le entusiasma la brillantez.Pregunta. Usted es un montañero. ¿Porque le atrae ampliar horizontes o porque le gusta ascender?

Respuesta. Nací en el Pirineo, y la montaña forma parte de mi paisaje interior. Pero ¿qué me quiere preguntar, realmente, con su juego de palabras?

P. ¿Es de los que hacen camino a solas o de los que no se imagina yendo solo por un camino?

R. Prefiero las playas desiertas a los tumultos verbeneros. Pero, en el sentido figurado de su pregunta, no me atraen los caminos solitarios ni las soluciones individuales.

P. ¿Usted es de los que se sentirían más tranquilos si antes del congreso del PSOE Felipe González y Alfonso Guerra se sentaran y pactaran?

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R. No. Al contrario, no me produciría ninguna tranquilidad ni satisfacción que el congreso de mi partido se redujera a una cámara de asentimiento del acuerdo entre dos personas.

P. ¿Les ocurre a ustedes, en general, con González lo que Berlanga reprocha a las mujeres, que confunden seducción con sumisión?

R. En política, creo que es más apropiado hablar de convicción-autoridad. Como ministro le veo a Felipe González un esfuerzo de convicción, antes de usar su autoridad para decidir, si no queda más remedio. Pero es verdad que la personalidad política de Felipe, y su extraordinario capital electoral, hace que en el PSOE haya un exceso de referencia al líder.

P. Algunos socialistas sostienen incluso que el ,debate de ideas no es tal desde el momento en que González advierte que no asumirá cualquier conclusión, que no tirará de cualquier carro.

R. No comparto esa tesis. Sería tanto como suponer que el único capital político del PSOE es el de su secretario general. Ni es así ni debe ser así. A nadie se le puede exigir que lidere un proyecto que no comparte. Tampoco tiene nadie la obligación de ir montado en un carro que no va hacia donde crea que debe ir.

Felipe González ha expresado su legítima intención de proponer al congreso una ejecutiva. Dicho así, nada que objetar. Pero el entusiasmo de algunos renovadores tardios ha fabricado una expresión un tanto bonapartista. Pedir "manos libres" para quien quiera que sea es la antítesis de la renovación política que el PSOE necesita.

P. A usted, que se declara de izquierdas, ¿le parece que Guerra es el garante del ideario socialista

R. Algunas ideas no necesitan garantes.

P. Guerra ha dibujado estos días un mapa político según el cual él y quienes comparten sus ideas están en la izquierda, y los renovadores quedan en el terreno social-liberal, implícitamente excluido de la izquierda

R. Las cosas son mucho más complejas. Las posiciones ideológicas se definen por los valores que se proclaman y la práctica que se realiza. Conozco guerristas a los que, desde ambos puntos de vista, situaría más a la derecha que a algunos renovadores, y viceversa.

Lo que se ha venido en llamar renovación no es algo homogéneo ni en lo personal ni en lo ideológico. Responde a la necesidad de oxigenar el partido y hacerlo más representativo de los valores que defiende. En todo caso, tiene poco que ver con el contenido de la etiqueta social-Iiberal. Yo creo haber practicado actitudes renovadoras, aun antes de que se acunara ese término, y me siento muy lejos de algunas tesis social-liberales. Algunas de esas tesis representan una actitud acrítica hacia el mercado, al que han sacralizado tanto como antes la izquierda lo satanizó.

P. Entonces, no comparte la tesis de Solchaga de que la libertad va antes que el socialismo...

R. Me parece pura retórica. Hemos defendido que socialismo es libertad. Nadie debería olvidar que el socialismo nació en un mundo donde la desigualdad extrema hacía inoperante la libertad. Esa situación vuelve a aparecer en nuestras sociedades. ¿En qué consiste la libertad del parado cuando se le acaba el subsidio? La izquierda debe caracterizarse por la lucha contra la desigualdad. Y para eso, como para preservar el medio ambiente, no se puede confiar en el mercado. Es demasiado miope.

P. Eso suena a lo que Guerra ha ido repitiendo en las últimas semanas: que el mercado nunca ha sido libre.

R. Guerra y Solchaga no son para mí la longitud y latitud del hemisferio político, con respecto a los cuales tenga que situarme.

Los mercados expresan diferentes relaciones de fuerza y poder, que casi nunca están equilibradas. En realidad, para preservar el mercado, hay que poner límites a su libertad. Todo el debate político consiste en saber cuáles, como y par que. Pero no nos escandalicemos: hasta los más perfectos, como el mercado internacional de capitales, de cuando en cuando hay que cerrarlos para evitar que funcionen. Francamente, no debemos caer en el travestismo para superar el arcaísmo.

P. Hace un momento ha dicho que el socialismo hoy es lucha contra la desigualdad. Pero es bajo un Gobierno socialista cuando se está ensanchando la mayor de las desigualdades: la que separa a los que no tienen trabajo y a los que sí lo tienen.

R. Eso está ocurriendo en todo el mundo, con Gobiernos socialistas y con otros que no lo son. Pero nosotros hemos puesto en pie un mecanismo de protección contra las consecuencias de esa desigualdad, aunque tengamos que corregir sus imperfecciones.

P. En la ponencia política que va a discutir el congreso del PSOE se dice que los cambios son tan profundos que estamos "en un territorio nuevo del que aún no existen mapas". ¿Vive usted con esa misma perplejidad?

R. Vivimos, sin saberlo, una verdadera revolución. Las comunicaciones han abolido la geografía; nuestro poder tecnológico crece más deprisa que nuestra capacidad de organizar sus consecuencias sociales, y los economistas hace tiempo que no dan una. Todavía no comprendemos los mecanismos de este mundo nuevo. Y mal se puede cambiarlo si no se comprende cómo funciona.

P. Ustedes muestran más deseo de adaptar su modelo socialdemócrata que propuestas concretas para conseguirlo.

R. Es una ambición necesaria. Sobre el PSOE ha desteñido toda la retórica neoliberal de los años 80. ¡Ha emitido más ideología el Banco de España que los congresos del PSOE! Y lo mismo ha ocurrido en otros países con los bancos centrales. Si creemos que la configuración social no debe ser sólo el resultado de las fuerzas del mercado, una clarificación ideológica es imprescindible. La ponencia es el punto de partida de un debate.

P. Cuando el paro es enorme, la esperanza de vida aumenta y la expansión económica se ha convertido en recesión ¿qué es imprescindible conservar del Estado de bienestar?

R. La voluntad de concebir la seguridad frente a la enfermedad y la vejez, y el acceso a la educación y al trabajo como derechos. En el mismo sentido en que es un derecho la propiedad y la libertad de expresión. Y la convicción de que sólo una garantía colectiva, obligatoria y universal puede asegurar su ejercicio.

P. ¿Y eso cómo se consigue?

"El Banco de España ha emitido más idiología que los congresos del PSOE"

R. ¡Déjeme respirar! Creo que la solución debe girar entorno a dos ejes: una mayor responsabilización de todos los agentes sociales, para tener siempre en cuenta el coste de las cosas, y nuevos sistemas, distintos del salario, de distribución de la riqueza producida cuando gracias a la tecnología el trabajo necesario se reduce. Por eso la fiscalidad deberá seguir en el corazón del debate político. La izquierda debe resistirse a la retórica antI-impuestos y anti-acción pública.P. Usted ha escrito que los socialistas deben ofrecer un proyecto de futuro que vaya más allá de la gestión pragmática del presente. ¿Cree que los ciudadanos pueden confiar en que los socialistas encaucen el futuro cuandoles desborda el presente?

R. Quizá nos desborde el presente porque le seguimos aplicando soluciones que ya son del pasado.

P. ¿Qué salidas ve usted cuando ni un crecimiento del 2,5% de la riqueza crea empleos netos y el gasto del Estadodel bienestar limita tanto el dinero disponible para inversiones?

R. Lo primero, hay que recuperar el crecimiento. Empujados por el Bundesbank, en toda Europa hemos aplicado políticas deflacionistas, con tipos de interés y de cambio desquiciados, que han acabado provocando una gran recesión. El miedo al paro está retrayendo el consumo y así crea más paro. Si la austeridad conduce a la inactividad, la recesión continuará. Pero cuando crezcamos de nuevo, nos enfrentaremos al fenómeno,del crecimiento sin empleo.

P. ¿Usted es partidario del reparto del trabajo?

R. Es una cuestión clave. No se puede luchar contra la productividad en nombre del empleo, porque es tanto como luchar contra el progreso. Pero históricamente los incrementos de productividad se han saldado con disminuciones de la jornada de trabajo. En Francia han calculado que si se trabajara como hace un siglo ¡habría 15 millones de parados! Ese proceso de ajuste se detuvo a comienzos de los años 80. ¿Es lógico que tras 10 años de incremento de la productividad la jornada de trabajo sea la misma?

P. A menudo se les oye a ustedes invocar el "debate de ideas", pero a continuación apenas se escucha idea alguna sobre problemas como éste...

R. Hombre, es un debate complejo y manipulable. Disminuir la jornada sin ajuste de retribuciones encarece los costes de producción y se convierte en una máquina de destruir empleo. Pero disminuir el salario de forma general conduce a un escenario de regresión social. Creo que el error que cometemos al hablar de reparto del trabajo no está en el reparto sino en el trabajo. Lo que hay que hacer es organizar el reparto de la riqueza producida, y no sólo la ligada a los salarlos. El paro es un problema de organización social que no se arregla sólo con subsidios. Así, podemos mantener a los parados pero no devolverles su dignidad de trabajadores.

P. ¿Y qué va a pasar cuando se termine el período de cobro de¡ desempleo para las personas que sigan sin trabajo?

R. Esa pregunta me obsesiona. Si no somos capaces de combatir el paro de larga duración habrá que utilizar mecanismos complementarios de protección social.

P. Usted fue el dirigente más votado en el congreso del PSC. ¿Aceptaría ser el candidato socialista a la Generalitat?

R. No creo ser el candidato más adecuado. El candidato debe haberse forjado en la política catalana, ser o haber sido alcalde de una de sus grandes ciudades. Pero nada me haría mas ilusión que contribuir a que el ondulante y ambiguo nacionalismo pujolista deje de gobernar la Generalitat.

P. No parece muy complaciente con quienes apuntalan a Gobierno al que usted pertenece.

R. Pujol no regala nada. Sólo ordena votar aquello en lo que está de acuerdo o le conviene.

P. Hace seis meses Pujol dijo "El Estado de las autonomías no nos va". ¿Le preocupa que sus pretensiones sean imparables o insaciables?

R. Sí, me preocupa esa dinámica. Creo que en el límite, Pujo desearía que no quedara en Cataluña ningún símbolo de la presencia física del Estado.

P. Lo que ClU ha llamado giro autonómico en el caso de su Ministerio se convertiría mas bien en un desguace.

R. No hay que cambiar apoyos a políticas generales por competencias territoriales. La política de costas o el puerto de Barcelona, por ejemplo, a cambio de que CiU vote la Ley de Arrendamientos Urbanos.

P. ¿Su ambición termina con ser ministro?

R. Sé que me he fabricado una insufrible fama de ambicioso. Bueno, pues reconozco que siempre he sentido una gran ambición de hacer, que es muy distinta de la ambición de ser. Afortunadamente para mí, este min!sterio supercomplejo y polifacetico satura esa ambición.

P. Pero alguien que tiene ambición y le gusta el poder político ¿renuncia a ser líder?

R. En este país ponemos rápidamente una bandera en cada campanario. Y además no veo liderazgos vacantes que asumir. Por una vez que existe un liderazgo aceptado y respetado, aprovechémoslo. Y reforcémoslo para que dure tanto como el país quiera.

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