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Entrevista:

"Schindler me ha obligado a hacer de predicador"

Liam Neeson es un irlandés de 40 años, sin suerte como actor hasta que Spielberg le convirtió en Schindler. El impacto del filme ha cambiado su vida.

Enric González

Es como si a Charlton Heston le preguntaran qué tal le fue con Dios el día que pasó a recoger los diez mandamientos. Pero ya ni el propio Liam Neeson se extraña cuando le interrogan sobre Dios, la bondad humana, el amor y el genocidio. "Schindler me ha obligado a hacer de predicador durante estos últimos meses", reconoce Neeson, el actor norirlandés que protagoniza La lista de Schindler, la última película de Steven Spielberg sobre el holocausto de los judíos en la II Guerra Mundial.Ex boxeador (no de boquilla, sino de verdad: campeón de Irlanda en el peso pesado juvenil), ex encargado de una fotocopiadora y ex novio de Julia Roberts, Neeson sufrió durante años la proverbial maldición del afortunado en amores. Cuanto más triunfaba con el sexo opuesto, y triunfaba mucho, peor le iban las cosas en su profesión. Cuando le ofrecieron su primer papel protagonista, en Darkman, resultó que el personaje llevaba la cara vendada durante casi toda la película: siguió siendo un desconocido. Luego se hizo con una oportunidad espléndida, la de encarnar al profesor en El club de los poetas muertos, pero a última hora se le cruzó Robin Williams.

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Neeson parecía condenado a especializarse en papelines para la televisión cuando al fin, a los 40 años, se topó con Steven Spielberg. Fue otro, por una vez, quien se quedó en la cuneta (Kevin Costner, nada menos), y Neeson encarnó a Oskar Schindler. Un año después hay quien le para por la calle para besarle las manos. Él, un gigantón de aspecto tímido, sobrelleva resignadamente su ascenso al estrellato en olor de santidad.

"Me enfrenté al papel casi en blanco y, en realidad, fue Spielberg quien acabó de darle forma", explica Neeson. "En algunas escenas yo habría preferido mostrar más emoción, pero Spielberg insistió en que no; otras escenas, en las que Schindler se mostraba violento, fueron suprimidas en el montaje final. El personaje sigue siendo un enigma para mí, aunque me parece clara su dimensión mitológica, su similitud con los héroes griegos: un hombre débil, egoísta, nazi por interés, explotador y embustero, que en un momento dado efectúa una extraordinaria hazaña. Quizá sólo buscaba amor, y lo encontró en los judíos de su fábrica. Quizá ni él mismo llegara a entender por qué salvó a los judíos de la muerte, al precio de su propia ruina".Mientras rodaban, las noticias sobre la limpieza étnica en Bosnia, los campos de concentración y las ciudades sitiadas llegaban diariamente a los actores. "Fue una prueba más de que el holocausto sucedió ayer mismo, y de que debemos tenerlo presente para evitar que se repita. El fascismo, el racismo y el odio siguen entre nosotros", predica Neeson, muy en su papel postSchindler.

El rodaje no fue sencillo. Spielberg, consciente de tener entre manos la gran película de su vida y, como judío, personalmente afectado por el argumento, era un volcán de actividad y emociones. El entorno polaco de Cracovia y el campo de exterminio de Auschwitz, contribuía a la inquietud: "No creo en fantasmas, pero en el ambiente había algo siniestro. Todos teníamos ganas de largarnos".

"Fue una experiencia turbadora, fantástica", termina el actor norirlandés. Cuando vi la película por primera vez, me olvidé de que yo estaba ahí y permanecí embobado durante las tres horas y cuarto. Después de trabajar en algo así, quedas en una situación muy rara. No me extrañaría que Spielberg dejara de dirigir durante unos años. En cuanto a mí, llevo meses promocionando La lista de Schindler, predicando y rechazando guiones. Todo me parece flojo, frívolo, prescindible".

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