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Yeltsin destituye al jefe del contraespionaje ruso

Pilar Bonet

El presidente de Rusia, Borís Yeltsin, destituyó ayer al responsable del Servicio Federal de Contraespionaje (SFC), Nikolái Golushko, mientras continuaba la crisis política, que ha sido agudizada por la liberación de los principales adversarios del líder ruso en virtud de una polémica amnistía que continuaba siendo discutida ayer.

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A última hora de la tarde de ayer, un grupo de colaboradores del presidente, entre ellos el jefe de la Administración, Serguéi Filátov, mantenían intensas conversaciones con el jefe de la Duma (Parlamento), Iván Ribkin, en lo que, según observadores políticos, parecía un intento de arrancar el apoyo de la cámara para un eventual decreto de Yeltsin sobre los amnistiados.Aparentemente, Yeltsin quería garantizarse el apoyo de la Duma antes de dirigirse a sus compatriotas por televisión, ya que anoche no se produjo la alocución del líder ruso, en contra de lo que había anunciado su ayudante Guiorgui Satárov. Según éste, Yeltsin iba a leer un decreto para calmar los ánimos y trasmitir un mensaje para "minimizar las consecuencias de la amnistía". En opinión de los observadores, el presidente podría establecer algún tipo de restricción a las actividades o derechos de los amnistiados. "Esta gente debe estar en la cárcel", manifestó ayer el ministro de Asuntos Exteriores, Andréi Kózirev, refiriendose a los liberados.

En torno a los motivos de la destitución de Golushko, circulaban ayer todo tipo de especulaciones, aunque oficialmente el jefe del Contraespionaje se marchó por deseo propio y debido a razones familiares, según el centro de relaciones públicas del SFC. El decreto presidencial, que no mencionaba ninguna razón para la destitución coincide con el fin del plazo previsto para la depuración interna iniciada en el SFC cuando esta institución se formó a fines de diciembre al disolverse el Ministerio de Seguridad de Rusia, heredero del KGB. La depuración afectaba a 250 altos cargos, cuyos expedientes debían ser objeto de examen por una comisión dirigida por el secretario del Consejo de Seguridad, Oleg Lóbov.

Golushko, que en el pasado fue jefe del Comité de Seguridad del Estado (KGB) en Ucrania, fue nombrado responsable de la Seguridad de Rusia en septiembre de 1993, en vísperas de la disolución del Parlamento, y sustituyó a Víctor Baránnikov, uno de los procesados por los sucesos de septiembre y octubre de 1993, que terminaron con el bombardeo del Parlamento por el Ejército. Golushko se mostró muy pasivo ante aquellos sucesos.

En la fiscalía se produjo ayer el relevo de Alexéi Kazannik, que se despidió de sus colaboradores insistiendo en que el presidente le había presionado para que frenara la amnistía con el argumento de que en realidad se había tratado de un indulto, y, por lo tanto, estaba fuera de las competencias parlamentarias. Según la agencia Interfax, Kazánnik dijo haberse sentido "acorralado", tras una conversación telefónica con Yeltsin, durante la cual éste se negó a aceptar la aplicación de la amnistía.

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Doblegar al fiscal

El viernes por la noche, el fiscal general fue invitado a una reunión en la que varios altos funcionarios del entorno presidencial trataron de doblegar su voluntad. Entre ellos estaban el jefe de la escolta del presidente, Aleksandr Krizhakov, el ayudante de Seguridad del presidente, Yuri Baturin, y Alexei Iliushenko, el nuevo fiscal general en funciones, todavía en su calidad de funcionario de la Administración, y el ministro del Interior, Víctor Yerin.

Los funcionarios no abordaron "cómo estabilizar la situación después de la amnistía", sino "cómo impedirla", dijo Kazánnik, según el cual sus interlocutores buscaban "los más pequeños detalles" para ello. El fiscal general cesante calificó de inconsistente el argumento según el cual la Duma no había adoptado una amnistía sino un indulto. Según Kazánnik se trató de una amnistía que afectaba a los implicados en unos acontecimientos, como se hizo antes con todos los que participaron en combates en Afganistán o los responsables de Chernóbil.

Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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