_
_
_
_

La visita del presidente no aplaca la cóIera en Hebrón

Los esfuerzos de Israel para aplacar la furia árabe tras la matanza de Hebrón no convencían ayer a nadie. El presidente Ezer Weizman cumplió con el ceremonial básico. Fuertemente escoltado fue a la ciudad del sacrificio para ofrecer las condolencias del Estado judío. El alcalde de la localidad, Abdel Mayi Zir, que tiene que agradecer el cargo a Israel, se deshizo en halagos ante el gesto. Era una escena patética. Se dieron la mano e intercambiaron deseos de paz entre centenares de palestinos congregados para tratar, sin éxito, de decir al jefe de Estado que es incapaz de controlar a asesinos como Baruch Goldstein, el judío de Nueva York armado y uniformado por Israel que el viernes mató a 48 palestinos en la mezquita de Abraham.Las patrullas que mantenían a familiares de las víctimas de la matanza a raya, a 300 metros del Ayuntamiento, no dejaron que Weizman oyera la voz de la calle palestina ni el juicio de los notables del pueblo. El cincuentón Alí Mehana, el mujtar de Hebrón, fue atropellado por los soldados cuando trató de acercarse. "No llevo armas", dice. "Sólo quisiera decirle al señor Weizman que nos dejen en paz, que nos dejen rezar, que consideren la imprudencia de mantener una colonia judía en nuestro pueblo". Metros más atrás, jóvenes palestinos arrojaban piedras al grito de "¡Alá es grande!" y ¡Arafat es una mierda!".

Más información
9 muertos al estallar una bomba en un iglesia de Líbano mientras se celebraba la misa
El Gobierno israelí se compromete a desarmar y encarcelar a los colonos más extremistas
Siria, Jordania y Líbano suspenden las conversaciones de paz con Israel

Los palestinos desconfían de las declaraciones oficiales, como la decisión del Gobierno israelí de "estudiar formas para desarmar a los extremistas judíos", como los correligionarios de Goldstein, los miembros del movimiento Kach del difunto Meir Kahane, el hombre que abogaba por el uso de insecticidas para eliminar a los árabes.

El asesino es un héroe

Bastaba darse una vuelta por el sector judío de Hebrón para descubrir la admiración de los colonos hacia el hombre, o los hombres, que dispararon contra musulmanes que oraban el viernes. "Ha sido un obsequio valioso en ocasión del Purim", dijo uno de ellos que transitaba por una calle de Hebrón escoltado por nueve soldados israelíes, que se rieron ante lo que les pareció una ocurrencia apropiada para la carnavalesca fiesta judía que terminó tranquilamente ayer mientras en Jerusalén se enterraban los restos de Goldstein en medio de fuertes medidas de seguridad.

"Debían haberlo enterrado en el cementerio judío de Hebrón", exclamó Un colono que vagaba armado por el mercado de verduras, donde los judíos han pintado estrellas de David en las últimas horas. "Baruch Goldstein es nuestro héroe", dijo el hombre.

Doscientos metros al este docenas de palestinos acumulaban piedras para una infructuosa marcha hacia la mezquita. Los dirigía un hombre fornido llamado Munir. Su arenga era simple: "Vamos a matar a estos hijos de puta", dijo mientras recogía piedras.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_