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"Vivo el luto del paraíso perdido"

Dzevad Karahasan, de 40 años, es uno de los escritores bosnios más representativos de los 160 que viven ahora en el exilio. Desde hace un año vive con sus maletas a medio abrir, en un piso ruidoso vecino a la Westbanhhof, la mayor estación ferroviaria de Viena. Como el resto de los 160 autores bosnios en el exilio, es un ciudadano de segunda clase, sin pasaporte, sin seguro social, sin posibilidad de viajar.Dejó Sarajevo y las tertulias literarias del legendario hotel Europa cuando una granada atravesó su ventana y partió en dos, con la precisión de un cuchillo, su colección de William Faulkner. Era tiempo de partir. Karahasan se cansó de mostrar su rostro derrotado a visitas ilustres y breves, "gentes que difícilmente pueden transmitir el luto del paraíso perdido". Se cansó del penetrante interrogatorio de un amigo escritor francés que lo desnudaba y hacía vulnerable. ¿Cómo sobrevives a 15 grados bajo cero con las ventanas rotas? ¿Cómo te las ingenias para buscar alimentos? ¿Tú y tu mujer cómo lo hacéis para lavaros si no hay agua? Karahasan sabe que perdió su hora y que jamás recuperará Sarajevo. "Una Bosnia solamente musulmana ya no será mi patria, es demasiado tarde". Por eso, como un poseído, escribe sin pausas, "porque la literatura es una forma de articular la muerte".

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La biblioteca de Sarajevo sigue viva en el exilio

El ex director de la Academia de Artes Escénicas de Sarajevo tiene una biografía típica de esa ciudad. Es musulmán, se educó en un colegio de curas franciscanos y está casado con una serbia. Ha publicado dos libros para la Colección de la Biblioteca Bosnia: El diván oriental y Diario de un destierro, un himno de amor a Sarajevo que no es la historia de los horrores de una ciudad agonizando, pero el dolor se filtra una y otra vez. Cuenta las extraordinarias circunstancias en que un hombre murió de un ataque al corazón mientras esperaba en una fila para llenar su bidón con agua. Karahasan relata también en su libro el llanto de una madre porque su hijo no resultó herido por una granada, como la hija del vecino, que pudo ser evacuada a otro país. "Dios, por qué has permitido que una madre llore si su hijo se queda con ella".

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