Una película británica pone en la picota el terrorismo de Estado
'En el nombre del padre', de Jim Sheridan, narra la historia real de una injusta condena
En el nombre del padre aspira a siete oscars y puede con justicia llevarse alguno. Daniel Day-Lewis lo merece. Pero el director, Jim Sheridan, no trajo al actor para presentar la película, sino a su personaje real: Gerry Conlon, un irlandés de Belfast que ahora ronda los 40 años y que tenía poco más de 20 cuando en 1974 fue detenido con toda su familia por la policía británica acusado en falso de ser autor de la matanza ocurrida en un pub de Guildford. Ahí comenzó una brutal pesadilla, un caso abominable de terrorismo de Estado, que el filme reconstruye con emoción y precisión.
En los primeros años setenta, la batalla entre irlandeses e ingleses en las calles de Belfast experimentó una brusca escalada de violencia y de sangre que llegó al paroxismo. Una de las páginas más sangrientas de esta sucia guerra ocurrió en la primavera de 1974 en un pub en los alrededores de Londres, donde una bomba del IRA arrasó el local y destrozó los cuerpos de varios muchachos y muchachas. Se necesitaban culpables y pronto. Y pronto los hubo, pero totalmente inocentes.Un joven irlandés llamado Gerry Conlon, durmió aquella noche en un banco de un parque al otro lado de la ciudad. La policía le detuvo, vio en él un modelo perfecto de chivo expiatorio, y fabricó un culpable durante siete bestiales días de interrogatorio y tortura. La policía se inventó un fantasmal comando operativo del IRA, que fue bautizado por los periódicos como Los cuatro de Guildford. Fueron condenados a 30 años de cárcel.
El padre de Gerry Conlon, también condenado, murió en la cárcel en 1980, y el joven cayó entonces en un estado de postración, tras el que reaccionó con furor. Una abogada logró infiltrarse y hurgar en los archivos de la policía antiterrorista y desempolvó el infame dossier que fabricó estos "culpables", incluida una orden del fiscal general de ocultar a la defensa las pruebas inequívocas de la inocencia de la familia Conlon.
Esta atrocidad salió a la luz pública en 1989. Después de 15 años de encarcelamiento y tras la liberación de las víctimas, los autores materiales de este acto flagrante de terrorismo de Estado fueron eximidos de responsabilidad. Ahí se detiene la excelente película de Jim Sheridan, y ése es tal vez su único -pero ciertamente grave- fallo: Ken Loach -como demostró en Agenda oculta- no se hubiera detenido en el umbral político del caso, sino que habría entrado en sus negruras. ¿Por qué, en efecto, no fue condenado el jefe policiaco Robert Dixon, organizador de la trágica farsa? ¿Tal vez formaba parte de una cadena que llegaba hasta la mismísima Margaret Thatcher, como algunos analistas aventuran? Nada preciso se sabe, pero los nubarrones son una materia cinematográfica que estimula a los cineastas de fuste y el excelente Sheridan no tiene, ni mucho menos, el fuste de Loach.
Pero pese a esta comprensible automordaza, En el nombre del padre es una obra limpia, trepidante, llena de calor y de emoción, que se ve sin respirar y en la que Daniel Day-Lewis, Emma Thompson y Pete Postlethwaite hacen creaciones memorables, que sitúa a esta película británica entre las tres únicas candidatas serias -junto a la cubana Fresa y chocolate y la polaca Blanco a un lugar merecido en la lista dorada del día 21, que cerrará esta irregular Berlinale.
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