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¿Sobrevive el Mercosur?

JULIO M. SANGUINETTIEl articulista analiza la situación actual del Mercosur -integrado por Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay- y sus actuales dificultades en la perspectiva de crear un área económica común. Y afirma que estos "dolores del crecimiento" serán superados.

Abarcando el 55% del producto bruto de Latinoamérica, el 46% de su población, pero el 60% de su exportación industrial, dueño de 39 de las 50 empresas más grandes de la región, el Mercosur -como perspectiva de un área económica común- resulta un centro de interés. Desde la Europa en recesión, muchos empresarios miran hacia allí; desde los Estados Unidos posNafta (que han desviado hacia el Sur su mirada), otros se preguntan si después de México no hay que seguir más allá.Mientras esta curiosidad se extiende, adentro del área los debates van creciendo, acompasados a los dolores del crecimiento. Como saben bien los europeos, la construcción de un mercado común es un duro empeño. El Tratado de Asunción, en este caso, ha fijado una fecha, el 31 de diciembre de 1994, para que los aranceles que gravan la importación se levanten entre los socios y esté ya fijado, además, un arancel externo común.O sea, que el compromiso jurídico es que, para esa fecha bien cercana, tendríamos una zona de libre comercio, sin restricciones a la circulación de mercancías, y una unión aduanera, por la fijación de una frontera arancelaria común. No hay duda de que algo de voluntarismo existe en esta meta, pero el hecho es que el comercio entre los cuatro países continúa ascendiendo en cifras tanto absolutas como porcentuales: para Uruguay y Paraguay, las dos economías más pequeñas y a la vez más abiertas históricamente, el comercio en la zona es ya del 45% de su sector externo, Argentina anda por el 25% y Brasil va superando un 10% que arranca desde bajísimos niveles.

A esto cabe añadir el avance extraordinario de la infraestructura. Las carreteras, las telecomunicaciones, los puentes... La energía eléctrica está unida en un mismo sistema entre Argentina y Uruguay por su lado y Brasil y Paraguay por el suyo, aprovechando así al máximo el valor generador de sus recursos hidráulicos. Todo el tejido de relaciones que supone un mercado común se va urdiendo; los problemas, sin embargo, son muchos.

La primera gran asimetría es que el socio más grande es, a su vez, el que tiene más pobreza y salarios más bajos.A diferencia de Europa, en que Alemania es el fuerte pero además el más desarrollado socialmente, Brasil concentra el mayor potencial industrial al mismo tiempo que, desgraciadamente, las más tristes áreas de pobreza. Enorme nación, llena de riquezas y dinamismo, no ha podido aún acompasar su expansión con ciertos imprescindibles niveles de distribución del ingreso. Históricamente ha visto mucho populismo, pero poca justicia social, y esto lo reconocen hoy todos los actores del debate político brasileño.

La segunda gran asimetría es que el comercio regional, como hemos visto, tiene significación diversa para los cuatro. Para los más débiles es asunto de vida o muerte, mientras que para los otros mucho menos. El peligro, entonces, es que una exportación de saldos de mercancías brasileñas, ocasionalmente exportadas a la región por razones coyunturales, produzca sucesivamente un desastre en la industria o en sectores agrícolas que no tienen economía de escala suficiente como para sobrevivir.

La tercera gran asimetría, coyuntural pero enorme, es la diferencia macroeconómica, pues mientras Argentina lleva adelante un plan de estabilización con bajísima inflación y moneda muy dura, Brasil vive una inflación mensual del orden del 30%, con una moneda constantemente devaluada.

El resultado es que Brasil genera fenomenales saldos exportables, del orden de los 15.000 millones de dólares, mientras Argentina permanece con un déficit de balanza comercial del orden de los 2.500 millones, reiterado ya por dos años consecutivos. Argentina financia este déficit con ingreso de capitales, pero su industria brama frente a la invasión de productos brasileños, que ayudan a bajar el coste de vida con sus bajos precios mientras dejan en el camino sectores económicos enteros.

Podríamos seguir señalando dificultades. Las apuntadas sugieren una primera pregunta: si ellas se podrán superar. Da la impresión de que, aunque a grandes tumbos, así será. La voluntad de los Gobiernos es muy firme y los hechos van mostrando que los pronósticos escépticos no aciertan. Aunque con restricciones y lentitud, se sigue avanzando. La segunda pregunta es si el contexto político, con un Brasil con enormes problemas, habilita la toma de decisiones que requiere empresa tan difícil. Aquí la respuesta no es sencilla, porque si Argentina muestra una política más consolidada que nunca después del acuerdo de Alfonsín con Menem, Brasil sigue hundiéndose en un escándalo a la italiana del que va a salir destrozado el grueso de su sistema político, con la excepción de su izquierda y alguna figura individual.

Una impresión muy personal nos lleva a pensar que el sistema se recompondrá y que finalmente la elección del mes de noviembre enfrentará al candidato de la izquierda, Lula, con un candidato del centro en el que convergerá el resto. Y de ese modo, una vez más, aun sin partidos estables, que sigue sin tenerlos, reacomodará su sistema político. Con Brasil son siempre difíciles los pronósticos, pero la historia marca una constante: su eterna creatividad siempre imagina una salida. Apostemos a ella.

Julio María Sangtlitetti fue presidente de Uruguay. Es abogado y periodista.

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