La sustancia de la miel
Si se les despoja de su idioma, no es blasfemo prosificar los cantos que en enjambre hace volar Tonino Guerra con la miel amarga, suave como la caricia de la luz y nítida como el corte de una navaja barbera, de su poesía, una de las pocas sustantivas de ahora. Canta: "Hará unos veinte días puse una rosa en un vaso encima de la mesita que hay junto a la ventana. Cuando me di cuenta de que todas las hojas se habían marchitado y estaban a punto de caer, me senté frente al vaso a ver morir la rosa. Estuve una noche y un día esperando. El primer pétalo cayó a las nueve de la mañana y lo hizo en mis manos. Nunca he estado junto a'un lecho de muerte, ni siquiera cuando murió mi madre. Yo estaba de pie,.Aei-os, al final de la calle.", ` Ya no quedan apenas territorios del sustantivo. Un diluvio de literatura de pesebre los ha sepultado bajo la hojarasca de lo adjetivo. Somos huérfanos y por tanto hijos sedientos de la médula del habla humana, la que se trenza con preguntas de siempre, que son las únicas que importan, pues solo ellas persisten -pocas y tercas- bajo la escritura efimera, esa seudopála-* bra que acata la muerte cuando el destino de toda verdadera palabra es sublevarse. contraella. Y la vereda trazada en su retorno a la tier por este hombre de asfalto es uno de esos poe territorios sustantivos, sublevados, que queda
Cuenta: "Ahora los dos hermanos están e terrados bajo la encina, junto a la cruz torci de la condesa que. tenía cuarenta fincas y un c che de caballos con ruedas de goma. De Pasc a Navidad los dos hermanos se encerrar on en casa y no pusieron ni un dedo en la ventan Después se supo que uno de los dos tenía al ot metido en un armario, a pan y agua, farfull
dole blasfemias. Cuando la monja enferme tiré la puerta parecían dos sacos de basura. Y el hospital no llegaron a estar ni una seman Estaban acostados en sus camas, apenas separ dos por una silla, sin mirarse la cara, pero co dos de la mano".
Al leer esto se entiende que Fellini, cuya ca eran las ramas, fuese tronco en Amarcord. esc bió la película Guerra. Tronco fue Antonioni La aventura; y Tarkovski en Nostalgia: tras ell estaba su voz. En seis líneas Guerra abre el ca ce de una película de alta pureza y un rincón ( cine se hace así guarida de la miel, de la susta cia incorruptible que alimenta a los poetas an guos que permanecen, el puñado de contemp ráneos escondidos al que Guerra pertenece.
Babelia
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