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Las falacias sobre Bosnia

El presidente del Gobierno, Felipe González, aprovechó la cumbre de la OTAN (10 y 11 de enero) para avisar a las partes en conflicto en Bosnia-Herzegovina que se le está acabando a paciencia. Si no se ponen de acuerdo, vino a decir, hacia la primavera podrían retirarse las fuerzas españolas (EL PAÍS, 10 de enero de 1994). A los ciudadanos asediados en Sarajevo y otras partes de Bosnia hace tiempo que se les acabó la paciencia, y también la esperanza de que el Consejo de Seguridad de la ONU, o la Unión Europea, o la OTAN, o Estados Unidos, hagan algo por ellos.A González se le agota la paciencia, mientras que el general belga Francis Briquemont se queja, y renuncia, porque hay un abismo entre la realidad y las resoluciones que emite el Consejo de Seguridad de la ONU condenando la agresión serbia y declarando que protegerá a ciudades bosnias. González teme que la sociedad española, que hasta ahora ha mantenido una solidaria actitud hacia Bosnia y que no ha protestado por el envío de fuerzas españolas, empiece a inquietarse. El presidente del Gobierno español descubre que no se puede tener todo: enviar efectivos a misiones de la ONU para demostrar que España es un país de primera categoría y, a la vez, ponerlos en situación de riesgo. Parece que se hubiese encariñado con el modelo de la guerra del Golfo: España mandó fragatas lejos de la línea de fuego y permitió que (secretamente) Estados Unidos usara la base de Morón para bombardear. Para justificar la posible salida de los cascos azules españoles, el Gobierno se apoya en tres argumentos. Primero, que otros países también deben colaborar. Segundo, que los contendientes deben ponerse de acuerdo. Tercero, que los efectivos que proveen la ayuda humanitaria están corriendo riesgos. Todos son falaces.

El Gobierno español ha considerado acertadamente que, ante los conflictos armados o situaciones de emergencia que hay en el mundo, los Estados deben colaborar para edificar un régimen más solidario, cooperativo y humanitario alrededor de la ONU, y en consecuencia ha enviado fuerzas a misiones en Angola, América Central o Bosnia. Parece razonable que, como dato tangencial, le preocupe que algunos países no aporten fuerzas, pero no es causa suficiente para dejar de participar en una de las misiones humanitarias más importantes del mundo actual.

Si los ciudadanos aplicásemos el razonamiento del presidente y su ministro de Defensa, Julián García Vargas, entonces no habría que pagar impuestos porque algunos evaden y otros roban. Las sociedades democráticas funcionan a través del consenso y alrededor de valores. No todos se adhieren a ese consenso; no todos respetan los valores. Pero la sociedad funciona con el mayor equilibrio posible con los que respetan las dos cosas, no con los que deciden violar las normas, o abandonarlas porque un día descubren que otros no las cumplen. Si queremos una sociedad internacional más cooperativa habrá países que colaboren, otros que se sumarán en el futuro, y algunos que, quizá, nunca lo hagan. El presidente quiere que España esté entre los primeros, pero con la tentación de apearse y unirse a los últimos.

González desea que las partes en Bosnia se pongan de acuerdo y respeten los alto el fuego. Es razonable. Pero así como George Orwell escribió que "todos somos iguales, pero algunos son más iguales que otros", en la antigua Yugoslavia todos son responsables, pero algunos son mas responsables que otros. Este es un hecho irrefutable que confirman las resoluciones de la ONU, que condenan a Serbia por la limpieza étnica y por conquistar territorio a través de la fuerza. El presidente del Gobierno parece creer que no se alcanza la paz porque el presidente bosnio no cede.

Sobran los testimonios, desde los de la comisión de la ONU sobre derechos humanos hasta los de centenares de periodistas e intelectuales que visitan Bosnia: hay una agresión de Serbia y hay una intervención de Croacia en Bosnia-Herzegovina. Un Estado soberano como Kuwait ha sido invadido, pero ahora no tenemos Tormenta del Desierto con 500.000 efectivos sin entrar en combate, los mis¡les Cruise, las bombas inteligentes, y expertos con ganas de ser generales de brigada comentando la guerra. No, ésta es una guerra sucia, terrible, compleja y sin intereses económicos inmediatos que defender. Ante esta realidad, las potencias del Consejo de Seguridad no alcanzan acuerdos para intervenir, pero no levantan el embargo de armas a Bosnia. Los militares de Occidente que nos iban a proteger del Pacto de Varsovia ven dificultades insalvables; un despliegue de 100.000 efectivos resulta muy caro; Washington dice que es un problema europeo y los europeos que no pueden hacer nada sin el liderazgo de Washington. Y el presidente González, claro, está perdiendo la paciencia.

Se puede decir: el presidente está preocupado por esta guerra, pero debe poner por delante la seguridad de sus soldados. Correcto, pero, según la última Directiva de Defensa Nacional, una de las misiones básicas de las Fuerzas Armadas españolas es participar en misiones de la ONU. Por otra parte, un soldado, por definición, corre riesgos por las misiones que le encarga su país. Si España colabora en misiones humanitarias como política de Estado, sus efectivos no van obligados, y la sociedad acepta esta tarea, entonces el presidente debe velar por la seguridad de sus fuerzas, pero esto no debe. confundirse con abandonar la misión asumida.

El problema de fondo es que los países del Consejo de Seguridad de la OTAN, y de la UE, han optado por dar tiempo a que los hechos consumados hagan triunfar a Serbia; por esperar a que haya una rendición explícita o implícita de Bosnia que conduzca a una partición; y por, entre tanto, practicar una intervención teóricamente humanitaria a niveles mínimos. El resultado es que, pese a los esfuerzos (mejores o peores) de las fuerzas armadas de diversos países y organizaciones, como el ACNUR, los ciudadanos de Bosnia-Herzegovina están en una ratonera, y los cascos azules son incapaces de cumplir una misión incierta, al tiempo que corren altos riesgos. Se llega al absurdo de que Serbia y sus fuerzas regulares e irregulares cortan el paso a la ONU y hasta le cobran para que pase la ayuda humanitaria.

El cinismo de Estados Unidos Europa y Rusia hacia las víctimas y hacia los cascos azules deriva en catástrofe: si todo sigue igual, continuará el genocidio, las represalias bosnias, el avance croata, la confusión y la tragedia. Si, como González, todos se cansan, entonces la masacre tendrá dimensiones incalculables. Entretanto, los ultranacionalistas serbios y rusos toman nota de las falacias de la inhibición que practican la ONU y la OTAN ante sus agresiones.

Mariano Aguirre es coordinador en el Centro de Investigación para la Paz (Madrid). Este artículo refleja sus opiniones personales.

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