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El Louvre descubre el poder de evocación de un Egipto Mítico

'Egiptomanía' muestra la presencia del mundo faraónico en la imaginenía popular

El Museo del Louvre presentó el fin de semana una exposición titulada Egiptomanía. Se trata de una selección de más de 300 obras (objetos de arte, muebles, pinturas, dibujos, grabados, vajillas, relojes, etcétera), acompañada de la proyección de óperas filmadas, de películas cuya acción transcurre en Egipto y coloquios. La gran novedad para el Louvre, que quiere repetir el éxito egiptomaniaco de Tutankamón, es que la exposición gira en tomo a un mito, y el criterio organizador de los comisarios, Christiane Ziegler y Jean-Marcel Humbert, ha dependido más del poder de evocación de los objetos que de su estricta calidad. Egiptomanía viajará luego a Ottawa y Viena.

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De lo bastardo

La exposición Egiptomanía es un desafío o provocación para los egiptólogos, ya que se trata de una reivindicación del mito contra la realidad, de la estampa romántica contra el trabajo de un Champollion. La historia de esta pasión por un Egipto imaginario no comienza, como popularmente se cree, con las primeras -expediciones arqueológicas del siglo XVIII o con la aventura militar napoleónica. Platón se interesó ya por Egipto y el Imperio Romano supo incorporar el culto a Isis a su mundo.En la arquitectura y estatuaria romanas es posible detectar la influencia del Nilo pero, tanto en Platón como en los delirios imperiales de los césares, el componente ideológico es mucho más potente que el respeto a la realidad.

Siglos más tarde, al mismo tiempo que el arquitecto Carlo Fontana seducía al papa Clemente XI con su proyecto faraónico de Villa Albani, son los pintores renacentistas quienes resucitan las grandes columnatas de los templos egipcios. Servirán de decorado para nacimientos, bodas o bautizos, como si el artista acudiese al almacén y allí, alegremente, saqueando los estantes, hubiese encontrado el periodo ideal. Para ellos, como para nuestros enlevitados y encorsetados europeos del siglo XIX, Egipto es una reserva de libertad.

Bajo las palmeras

Las orgías, crueldades y despilfarros que el espíritu judeo-cristiano prohíbe en Europa, son posibles bajo las palmeras, a la sombra de las pirámides. Flaubert sabe de la dulzura de los brazos de Kuchiuk-Hanem en sus textos, Théophile Gautier se empeña en que Cleopatra prepare bebedizos con perlas, Verdi encuentra las trompetas rectas de su Aida en los frescos pintados en las tumbas de los faraones después de que Mozart eligiese Egipto para su masónica Flauta mágica.

Y algunos de ellos comieron o bebieron en porcelanas posnapoleónicas creadas para celebrar la aventura de Bonaparte, se sentaron en sillas de Thomas Hope y decoraron sus casas con objetos de Wedwood and Bentley.

La fascinación por Egipto halla su máxima expresión en el cine. En 1921, Errist Lubitsch rodó La mujer del faraón, con Emil Jannings como protagonista. Su presupuesto de entonces equivaldría a 75 millones de dólares. En 1945, los británicos tiraron la casa por la ventana y batieron su récord de superproducciones con César y Cleopatra, con Claude Rains y Vivie Leigh; Mankiewicz enterré en Cleopatra 40 millones de dólares, su salud y el porvenir de la Fox; los polacos hicieron la cinta más cara de su historia cuando produjeron Faraón, de Jerzy Kawalerowicz.

¿Por qué tanto dispendio? En el Louvre se proyectarán estas películas, pero también Lucifer rising, en la que Kermeth Anger nos aproxima al erotismo de los egiptómanos; La momia, de Karl Freund, que aporta la vertiente de las maldiciones del más allá, y Tierra de faraones, que explica la construcción de la gran pirámide de Keops. Elizabeth Taylor ha impuesto el vestuario y el peinado definitivo de Cleopatra, que, gracias a ella, sabemos tenía los ojos violetas. Kawalerowicz popularizó lo que significaba "modo de producción esclavista" y Yul Brynner, en Los diez mandamientos, hermanó el craneo rasurado y la trenza para ser retratado de perfil. Las óperas escogidas por el Louvre son, además de la citada de Mozart, Julio César, de Haendel, dirigida por Peter Sellars; Moises, de Rossini, dirigida por Luca Ronconi, y cuatro versiones de Aida, una de ellas con Sofía Loren con la voz de Renata Tebaldi.

La arquitectura ocupa una parte importante también del Egipto idealizado. Étienne Louis Boullée dibujó sus gigantescos mausoleos bajo la advocación de las pirámides. Lesseps sin dudaba en reforzar la dimensión ideológica del canal de Suez Auguste Bartholdi quería situar en la entrada de dicho canal, modo de puerta y saludo, un enorme estatua portadora c una antorcha cuyo nombre debe ser, nada más y nada menos Egipto Llevando la Luz a M Finalmente, dado que el Egipto real y el imaginario no coincidían, Bartholdi optó por vende les el invento a otros y hoy la estatua ilumina las aguas que hay frente a Manhattan.

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