En tres colores
El pintor Eduardo M. Gruber (Santander, 1949) ha visto El cazador furtivo en tres colores: verde, negro y blanco. De formación musical por tradición familiar -tiene estudios de solfeo y violín-, Gruber no conocía la historia ambientada en el bosque alemán, hasta que decidió presentarse al concurso de escenografía y vestuario convocado en Oviedo para el montaje de esta ópera. Ha oido tantas veces el disco con la música de Weber que, sin saber alemán, es capaz de entonar en la ducha el canto del cazador. "Han sido dos meses apasionantes", repite una y otra vez este pintor que se embarcó en esta aventura convencido de que el trabajo de un creativo tiene que ser abierto.La escenografía de los tres colores -verde para el bosque, negro para la tensa escena de la garganta del lobo y blanco rotundo para las arias de Ághata- es un montaje conceptual, en el que se juega con luces y movimientos y cuyos cambios se producen a la vista del espectador. Gruber ha utilizado la geometría para el montaje, que sólo se torna esférica cuando hace su aparición el mundo de la magia.
También para el director Antoni Ros Marbá (Barcelona, 1937) será la primera vez que se enfrente a esta ópera romántica, cuya importancia reside en el tratamiento orquestal en el que posteriormente se basó Wagner. "Es una obra con mucha influencia del clasicismo vienés y con muchos contactos con el Fidelio de Bethoven", señala Ros Marbá que contará para las cinco representaciones de la Zarzuela con 70 músicos de la Orquesta Sinfónica de Madrid y con el coro del propio teatro. "La mayor dificultad con la que me he encontrado ha sido que la obra es tan diversa y rica que combina por ejemplo grandes arias de corte wagneriano seguidas de una música enormemente frágil y figera".
Babelia
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