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Tres modos de desnudar Banesto

Joaquín Estefanía

Los ciudadanos tuvimos ayer ocasión de conocer una radiografía de Banesto adicalmente diferente de la que hemos contemplado en las últimas dos semanas. En el plazo de un mes, una entidad tan escasísimamente transparente como Banesto habrá sido desnudada desde tres perfiles muy distintos.1. El 30 de diciembre, el gobernador del Banco de España explica en el Parlamento los motivos de la intervención de Banesto: numerosos créditos de alto riesgo, inversiones poco seguras, elevados gastos de representación, operaciones de ingeniería financiera, el uso de "artificios contables" (¿un pleonasmo?) y plusvalías mal contabilizadas por los directivos de Banesto generaron una crisis que se cifraba en un agujero -recursos necesarios para sanearla- de 500.000 millones. Diagnóstico de la autoridad competente: extrema gravedad.

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2. Ayer, Mario Conde, presidente de Banesto hasta su destitución -y por tanto, parte interesada-, se pronunció contra la necesidad de la intervención y contra una hipotética operación acordeón futura, que reduzca el valor de la acciones de Banesto (y consiguientemente, de un trozo de su patrimonio) a límites simbólicos. El banco tenía problemas -¡quién no los tiene!, dice Conde-, pero se hubieran solucionado al aplicar el plan de saneamiento propuesto y no admitido. Cuatro datos sobresalen por encima de los demás: la autocartera del banco estaba dentro de los límites legales; ni él ni nadie del consejo de administración vendió sus acciones el día 28 de diciembre ni en fechas anteriores; su patrimonio personal está directamente vinculado al futuro de la entidad; y no habrá por ahora guerra jurídica, sino un recurso ordinario contra la intervención (del que, por cierto, se ha desmarcado J. P. Morgan, banco al que Conde mencionó varias veces como aval de sus posiciones). De sus palabras se deduce la inicial voluntad de pactar un futuro ordenado y la derrota de los más belicosos dentro del consejo de Banesto.

3. Queda por conocer, la versión del nuevo Banesto de Alfredo Sáenz, pendiente sin duda del resultado de las auditorías encargadas, pero también de la reacción de ayer de Mario Conde. Esta tercera radiografía inclinará definitivamente la balanza. Es factible que tras el examen de las tripas del banco aumente el volumen de las necesidades de sanea miento del banco y reaparezca el fantasma de las responsabilidades de los antiguos gestores, lo que impediría objetivamente la posibilidad de un pacto a tres bandas.

Con Alfredo Sáenz se consolida un nuevo modo de hacer banca en España. En su reciente libro Banca y poder, Fernando Urbaneja establece una tipología del banquero español: por herencia y tradición (los Botín, los Garnica, los March); por oficio y ascenso, los meritócratas (Escámez, Asiaín, Galíndez, Toledo); los ricos (Aguirre, Entrecanales, Del Pino, los Alberios, el propio Conde); elegidos por prestigio (Boada, Amusátegui); los inclasificables (Valls Taberner); y recientemente, los herederos de Pedro Toledo, como Francisco Luzón (Argentaria) y Alfredo Sáenz. Ahora se trata de saber si Sáenz es el rostro definitivo de Banesto (para lo cual necesita capitalizar el banco) o si, por el contrario, tendrá que venderlo, cayendo en manos de alguna familia distinta de las que en su seno se han sucedido por generaciones.

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