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Reportaje:ARTES

Germinaciones luminosas

Tras su última exposición personal en Madrid, celebrada en el año 1988, la pintura de Carlos Forns Bada inició un proceso de cambio que concluye en un giro decisivo que ha condicionado hasta hoy la evolución de su trabajo. Pese a que en ella son rastreables, desde luego, algunas señas de identidad del Forns anterior, esa etapa reciente queda bien lejos de aquellas escenas melancólicas, de inquietante violencia agazapada, que habían situado al pintor entre las figuras más sugerentes y singulares del panorama de las figuraciones madrileñas desde finales de los años setenta.Durante este largo paréntesis, sin exponer en la ciudad vinculada a lo esencial de su trayectoria, Forris Bada ha mostrado sus nuevos trabajos básicamente fuera de nuestras fronteras, en Milán, Londres o Berlín.

Forns Bada

Galería Columela. Lagasca, 3. Madrid. Mes de enero

Tan sólo dos ediciones de Arco han permitido ver conjuntos significativos de la obra en curso, pero esa turbulenta babel de las ferias de arte no es lugar idóneo al seguimiento y comprensión cabal de una evolución tan drástica.Era, pues, altamente deseada una nueva muestra del artista en su ciudad, que permitiera una visión más reposada de su evolución reciente. Con todo, creador siempre inquieto, Forns anuncia ya, con la obra presentada en esta ocasión, otra vía de cambio en el seno de las ambivalentes formas germinales que, en el cruce de lo mineral y lo orgánico, habían concluido en estos primeros noventa sus singulares e inquietantes metáforas del universo natural.Meditaciones

Alejándose de la frontera más abstracta que alcanzaban sus equívocas morfologías -presentes aún en el vocabulario de esta etapa última-, su pintura se 'adentra ahora en un territorio, de meditaciones simbólicas más complejas, en las que el tema de la luz obtiene un particular protagonismo.

El flujo de luz se hace aquí pura energía alegórica, base con la que el pintor modula sus misteriosos emblemas, que define como "máquinas abstractas" e instrumentos "de meditación activa". Al modo de los mandalas orientales, sus composiciones simbólicas buscan despertar en nosotros, a través de la mirada, un cierto modo de conciencia acerca de la naturaleza, secreta y paradójica, de lo real.

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