Lorca permanece

Bodas de sangre fue, primero, un suceso; el de la mujer escapada el día de su boda con el antiguo novio, y la muerte de los dos hombres. Como La casa de Bernarda Alba. El teatro se hacía sobre lo que ocurría; con la crítica del tiempo presente, la crónica narrada y la fuerza de cada autor. Parecía interesar el desarrollo de España y su profundidad, lo accesorio y lo transformable.Esta obra de Lorca es seca, justa en la primera parte; lírica en la tragedia. Vista anoche, con todo lo que sabemos después, y todo lo transcurrido, es sobre todo un grito contra la violencia, contra la muerte del hombre por el hombre; y contra las armas y el crimen; y es una crítica del sentido del honor -o de la honradez- y la barbarie que conlleva.

Es, también, como todo el teatro de Federico García Lorca, una obra de mujeres. Del dolor de su destino -en los pueblos españoles- y de la grandeza de su esencia. Más que la novia llevada y del doble juego de su voluntad, el personaje es la madre del novio burlado y muerto, con su peso de sangre antigua: el marido, los hijos, hasta llegar a la soledad y la clausura.

Es ella la que, prácticamente, absuelve al final a la que llega a su puerta para pedir la muerte, que está en la lógica de la tragedia, pero que no ha de producirse. Y lo mismo da, a la que tendría que vengarse, que tenga o no la mujer su honra o su cuerpo limpios. No es ese su sentido. El dato de su desgracia es otro, y está fuera de las medidas clásicas.

Lenguaje

El pensamiento de Lorca, la dimensión social, humana y política del mundo en que nació y vivió, y las razones por las cuales se le dio la muerte, quizás se haya tratado menos que su lenguaje -una belleza que no cesa en toda su vida-, que su penetración surrealista o instintiva. Quizá una serie de circunstancias en torno a su muerte y su posmuerte han preferido dejar a un lado ese compromiso que tuvo siempre; y una forma de seguirle matando es negar ese compromiso y dejarle en el arte puro o la lírica inmaterial.Tanto se ha escrito que es pedante ahora, para esta circunstancia y este espacio, hacer ninguna clase de ensayismo: solo unas notas para estimular, si es necesario, a los espectadores posibles, y instarles a que no pongan demasiados reparos a una representación donde la virtualidad del lenguaje de Lorca no está bien dicha; donde hay algunos modelos de interpretación, como el de la madre, María Alfonsa Rosso, y otros de lo que realmente no debería nunca verse en un escenario; y donde el conjunto no trabaja.

El director, Ariel García Valdés, imagina -en el programa- que Lorca le ha animado a "trastornarle" o a traicionarle "honestamente y con amor": no hay razón para dudar del amor y de la honestidad, pero el espectáculo no arranca visiones nuevas de la gran obra. Tampoco las empaña: Lorca. sobrevive, permanece, y es lo que se aplaude al final.