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Reportaje:

Nuevos pobres de clase media

La crisis económica fuerza a licenciados, empresarios y comerciantes a acudir a Cáritas

Son licenciados, empresarios otrora de más o menos postín o simples tenderos. La crisis económica ha llamado a su puerta y la pobreza ha entrado en sus domicilios, ubicados, en ocasiones, en los buenos barrios de Madrid o Barcelona. No mendigan por la calle, ni visten ropas andrajosas. La mayoría, todavía, llevan corbata, aunque vivan en albergues para indigentes o transeúntes. Son los nuevos pobres, que pasan inadvertidos en el paisaje urbano. Pero no para Cáritas. Sus ventanillas de atención a los desfavorecidos han descubierto, en 1993, un nuevo rostro de la pobreza: las clases medias.Representan entre un 10% y un 30% de los casos que atienden en las distintas oficinas de Cáritas, organización que depende de la Iglesia católica, aunque aflorarán más, dicen sus responsables. Así, en la oficina que esta institución tiene en la calle de San Bernardo, de Madrid, son "unos seis casos" de los "25 o 30 que hemos atendido en 1993", dice Rosalía Portela, asistente social.

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Los sin casa

Todos permanecen en el anonimato, pero tienen vida y rostro. Éste es el caso de un antiguo vecino de la glorieta de San Bernardo, que ahora vive en un albergue para indigentes. Es uno de esos "cinco o seis". Tiene 50 años y dos carreras: Económicas y Filosofía. Perdió su empresa privada hace dos años, así como a su mujer e hijos. Se separó. Está apuntado en el Inem como parado, pero ni siquiera ha conseguido trabajo como albañil. Tiene la impresión de que no le dieron ese trabajo en la construcción porque saludó correctamente, llevaba corbata y no tenía callos en las manos. También, indican quienes le conocen, porque tiene la cabeza bien amueblada y puede plantear reivindicaciones. O porque no era albañil. Todavía no ha pedido dinero a Cáritas; vive de las 35.000 pesetas que consigue de sus amigos del barrio. Gracias a ellos come caliente, y a Cáritas, que ya prevé que tendrá que darle una ayuda económica, mantiene la ilusión de trabajar.

Cultura de consumo

" Es una situación novísima y de difícil solución", sentencia Pilar Malla, responsable de Cáritas Diocesana en Barcelona. En su oficina han atendido durante 1993 un total de 1.096 casos, el 10% correspondientes a las clases medias, a nuevos pobres. Muchos de ellos, la mayoría, piden dinero para hacer frente al alquiler de sus viviendas. Éste es el caso de un propietario de un establecimiento de ropa de lujo de Barcelona. Tuvo que cerrar el comercio e indemnizar a sus empleados. Ahora, se ha comido los ahorros, y con 45 años, llama a la puerta de Cáritas pidiendo ayuda económica para pagar la mensualidad de su piso en la parte alta de Barcelona. Es otro perfil, pero no el común. La oficina de Cáritas de Barcelona, que maneja un presupuesto de 1.144 millones de pesetas, dibuja el rostro más habitual: las parejas jóvenes y con un hijo. Ambos trabajan, hasta que uno, habitualmente la mujer, pierde el empleo, consume el subsidio de paro y empiezan los problemas. Ahora entran en casa la mitad de los ingresos mensuales, que eran de unas 225.000 pesetas. El alquiler es de 80.000. Y acuden a Cáritas en busca de alguna colaboración económica. "Pero nosotros podemos dar una ayuda puntual, porque no podemos crear una bolsa de ayuda para el alquiler de viviendas", dice Malla. "Les aconsejamos que reduzcan gastos", y advierte: "La sociedad ha de hacer un nuevo planteamiento. Hemos estado inmersos en una cultura de consumo, pensando que estábamos en un país de fábula, y ahora descubrimos la realidad".La economía de combate, sin embargo, hace meses que funciona, en una familia del madrileño barrio de Tetúan, donde no saborean un pescado o un filete desde hace seis meses. Las patatas, el arroz o las lentejas se han convertido en el menú habitual, de plato único. El cabeza de familia, de 43 años y con cuatro hijos, tiene un taller de tapizado de automóviles, pero el negocio no marcha. Pese a ello no ha cerrado porque sostiene que la "crisis es temporal", dice Nati Casanova, de Cáritas. Eso sí, ya debe 500.000 pesetas a la Seguridad Social. Paga 40.000 pesetas de alquiler y mantiene la esperanza.

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