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Reportaje:

Año cero del nuevo Israel

El Gobierno de Rabin da un vuelco definitivo a la pollítica del país

El año que termina ha traído cambios dramáticos para Israel. El establecimiento del diálogo con los palestinos, impulsado por el pragmático primer ministro, Isaac Rabin, al frente de un Gobierno tan vapuleado por la oposición como seguro en sus pasos, ha dado un vuelco a la trayectoria del país.Durante decenas de años, todos los Gobiernos de Israel, tanto los laboristas como los de la coalición conservadora del Likud, habían rechazado negociar con la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). "Nunca discutiremos con esta banda de asesinos terroristas", era la frase más escuchada en los consejos de ministros y en el Parlamento.

En el seno del Partido Laborista, Isaac Rabin, duro entre los duros, luchaba con absoluta determinación contra el ala blanda del partido, en la que algunos tenían la osadía de proponer la posibilidad de un diálogo con la organización palestina.

El cambio de posición de Rabin ha sido menos repentino de lo que se ha creído. La esterilidad de las negociaciones israelo-palestinas en Washington, donde los representantes de la delegación palestina, Faisal al Huseini y Harinán Ashraui, buscaban continuamente el apoyo de la central en Túnez, empujó a Rabin a tomar la decisión: más valía discutir con el patrón que con sus vasallos. Especialmente cuando la prenegociación había mostrado que había temas de qué hablar con la otra parte.

Con la misma determinación que antes había puesto al servicio del "no a contactos con la OLP", Rabin decidió seguir adelante, sin preocuparse de los gritos de indignación de la oposición nacionalista ni de las protestas de los halcones laboristas.

Deseoso, ante todo, de lograr la seguridad de Israel, y remiso a conceder a los palestinos los símbolos de una soberanía considerada prematura, Rabin no se hace ilusiones. Sabe que la bandera, la policía autónoma y la Administración palestinas bajo el régimen de autonomía apuntan hacia el futuro Estado palestino, federado o no con Jordania. A Rabin no le gusta engañarse y ya prepara el futuro. Un futuro de coexistencia entre israelíes y palestinos, basado en la igualdad, el respeto mutuo y también en los intercambios y la cooperación económica.

El nuevo giro político se ha dejado sentir en el terreno económico. Aquí también, el Gobierno de Rabin ha cambiado las prioridades en relación al Gobierno de su predecesor, el conservador Isaac Shamir: se han abandonado las enormes inversiones destinadas a los asentamientos judíos en los territorios ocupados, y se ha dado prioridad a las regiones económicamente débiles, las ciudades y los núcleos de desarrollo lejos de los centros industriales de Tel Aviv, Haifa y Jerusalén.

Las amplias obras de infraestructura realizadas por este Gobierno han contribuido a crear decenas de miles de nuevos puestos de trabajo. Otros miles de empleos surgen cada mes. Y ello a pesar de la llegada este año de 77.000 nuevos inmigrantes -el 90% de ellos procedentes de la antigua Unión Soviética- El paro está disminuyendo y se ha colocado por debajo del listón del 10%. La economía ha crecido aproximadamente un 4%, y las exportaciones también. Cerca de dos millones de turistas, una cifra récord, han visitado Israel en 1993, inyectando en el país unos 2.600 millones de dólares (369.000 millones de pesetas). "El fruto del proceso de paz", afirma el ministro de Turismo, Ouzi Baram.

Al margen de las cifras, subsiste el desequilibrio entre el 20% de los israelíes que se sitúa en lo alto de los índices de beneficios y el 20% que se halla en el furgón de cola. Más de medio millón de israelíes se encuentran por debajo del umbral de la pobreza. Dicho esto, hay que decir que e ni Israel no hay realmente miseria.

La fuerza del Gobierno de Isaac Rabin es que sabe adónde va. La debilidad de la oposición nacionalista y religiosa es que no presenta ninguna alternativa a la política del Ejecutivo. "Os habéis convertido en maestros de la invectiva y del insulto", les espetó recientemente el ministro de Exteriores, Simón Peres, en el Parlamento. Y añadió: "¿Cuál es vuestro plan de recambio? No lo tenéis; lo sabéis e intentáis cubrir este vacío con vuestros gritos. No funcionará"

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