Ni siquiera la 'reina de Hollywood' pudo ser eterna
A los buenos aficionados les parecerá, seguramente, que Myrna Loy ha sido eterna, que ha estado siempre entre nosotros, que se remonta hasta casi el primer vagido de Lumiére y que, total, tampoco hace tantos años que dejó de dominar la pantalla. Sin embargo, no es así.Obtuvo sus primeros papeles de alguna importancia a fines de los años 20, es cierto que todavía en el tiempo del mudo, pero no fue una actriz del mudo que aprendiera a hablar como la Garbo, sino una actriz del sonoro que también tenía que ganarse la vida antes de que lo inventaran. De igual forma, sus más de 120 películas se concentraron en un lapso. de tiempo relativamente breve, poco más de 20 años, puesto que su carrera se detuvo sin que la actriz experimentara amargura de ninguna clase por ello, muy a principios de la década de los cincuenta. La que fue llamada reina de Hollywood' cambió sin reparos su corona por la defensa de causas políticas y sociales en nombre de organismos internacionales.
Lo que pasaba con Myrna Loy es que tenía la dureza diamantina y la flexibilidad muelle de lo infinito. Probablemente la recordamos mejor como una gran señora, o una perfecta casada, o una madre sin par, pero lo hizo todo, incluyendo papeles de prostituta, de vampiresa, de tensa serie negra, y todo lo hizo bien.
Era el suyo también un cierto feminismo interpretativo de antes del feminismo. El que desplegaba en la serie The thin man con William Powell, de profesión su marido en la pantalla, con el que pasaba tanto tiempo discutiendo como ayudándole a resolver los casos detectivescos que le caían al matrimonio de Nick y Norah Charles. El feminismo de una sufragista siempre bien educada, que plantaba cara en su terreno como profesional de la ingeniería a las convenciones masculinas más achacosas como hacía en Trece por docena.La edad de la bisectriz
Su presencia exudaba una gran capacidad de convicción, un instalarse en el centro de la pantalla como quien espera que la historia, sea la que fuere, tenga que ordenarse en tomo a su persona. Por todo ello, parece hoy que nunca fue insultantemente joven, que siempre tuvo la edad de la bisectriz, ni joven ni mayor, la del tiempo en que la construcción del ser humano ha concluido pero aún no ha comenzado la deconstrucción de la madurez. Inmóvil en una cúspide del más fino transitar en equilibrio perfecto sobre su trabajo.
Así, creó una tenaz y bregadora escuela de epígonos que trataron de copiar con aplicación el modelo. Joan Bennett, Constance Towers, Joan Blondell, entre otras, hicieron en diversos momentos de su carrera oposiciones a Myrna Loy, lo que sería como decir hoy, con todos los respetos, que Michael Caine hubiera enloquecido creyendo que era Cary Grant. Myrna, en cambio, sólo podía ser Loy.
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