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González intenta atraer inversores en EE UU con una intensa campaña de su reforma laboral

La reforma del mercado laboral en España se convirtió en el asunto estelar del final de la visita de Felipe González a la capital de EE UU. Evocado anteayer en su entrevista con el presidente Bill Clinton, el jefe del Gobierno español lo sacó de nuevo a colación en otras tres ocasiones en las últimas 24 horas. González no sólo se declaró dispuesto a ir más lejos de lo anunciado hasta ahora, sino que arremetió contra los sindicatos por no proponer medidas alternativas a las del Gobierno y acabó vaticinando que acabarán adaptándose lentamente a los tiempos que corren.

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González reconoció en una conferencia de prensa que, tras una "época atractiva" para la inversión en España en la pasada década, ahora se ha "acuña. do la imagen de la rigidez en las relaciones industriales". "Si no desaparece esa imagen, resultará perjudicada" la atracción de la Península para la inversión extranjera.La cruzada inversionista de González alcanzó su culminación cuando el lunes por la noche (madrugada del martes en España) invitó a cenar a una treintena de altos funcionarios y empresarios norteamericanos. Continuó al día siguiente en una reunión con el secretario de Trabajo, Robert Reich, y concluyó con una rueda de prensa.

"No podría afirmar que se han tomado las últimas medidas" para flexibilizar el mercado laboral, advirtió. "Sería ridículo". "El Gobierno está dispuesto a introducir las adaptaciones estructurales que las circunstancias exijan para que las empresas españolas sean competitivas", añadió.

Las decisiones adoptadas mediante decreto-ley en el Consejo de Ministros del pasado viernes empezarán "a tener efectos inmediatamente", dijo. "Espero que enero conozca ya contrataciones en aprendizaje". González precisó que los dos proyectos de ley "serán operativos" en cuanto se aprueben y agregó: "Querríamos además que enero fuese un mes hábil para que pudiesen ser discutidos en las correspondientes comisiones parlamentarias".

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Pese a la convocatoria de huelga general, González no da por acabado el diálogo social, acaso porque confia en la evolución sindical: "Vamos a mantener la voluntad de diálogo abierta con los sindicatos, y creo que las funciones y estrategia de los sindicatos van a cambiar, aunque más lentamente de lo deseable". "Seguramente se van a adaptar a las circunstancias que vive la economía de España y de Europa". "Lo conservador es no cambiar",, añadió.

Al margen de estos vaticinios, dijo que los sindicatos van a un paro general que "sólo causará perjuicios para la economía y los trabajadores españoles". "Desearía que no se produjera", añadió, si bien no cederá para evitarla porque ello equivaldría a hacer "una muy grave dejación de responsabilidad del Gobierno".

Además, González asegura que no sabe qué reivindicaciones sindicales debería aceptar. Los sindicatos le hablaron de introducir en el mercado de trabajo la "flexibilidad positiva". Quiero saber en qué consiste", recalcó. Reconoció que la fórmula suena bien, pero no ha logrado "descubrir ningún elemento que la aclare".

Sí ha descubierto, en cambio, el jefe del Gobierno numerosas afinidades en materia social con la Administración Clinton. Con el secretario de Trabajo, Robert Reich, tuvo, según explicó, "la sorpresa gratificante de compartir algunas ideas sobre cómo interesar a los trabajadores en el destino de su empresa". "Parte de su retribución debería ir unida a los destinos de la empresa", sugirió.

El plato fuerte de la cena que ofreció González en la residencia del embajador de España en Washington fue también la reforma laboral. A los postres anunció a sus invitados que "no tenía más remedio" que hablarles de su "voluntad de hacer más competitiva la economía española'para seguir siendo un país atractivo".

Los invitados eran altos funcionarios de la Administración, como el secretario de Estado adjunto para Asuntos Europeos y el jefe de Protocolo de la Casa Blanca, o directivos de multinacionales con intereses en España, como los presidentes de General Electric y de Alcon Laboratones, o el vicepresidente de Philip Morris. También asistió el embajador de EE UU en España, Richard Gardner.

"La base de una amistad"

González considera que su viaje ha establecido "la base de una amistad bastante buena" con Clinton. Del los temas tratados con Clinton el lunes, González sólo destacó en su rueda de prensa de ayer dos diferencias notables: "Tenemos una visión que no es idéntica sobre la solución del conflicto en Bosnia" y "hay una percepción distinta sobre los elementos necesarios sobre la evolución de la situación en Cuba".

Sobre Bosnia, el Gobierno norteamericano es partidario de levantar el embargo de armas a los musulmanes y de realizar bombardeos selectivos sobre posiciones serbias. El Gobierno español está en contra. Sobre Cuba, España es partidaria de levantar el embargo norteamericano. Clinton no cree que se den las condiciones.

En todo lo demás hay plena coincidencia, según González, que calificó sus entrevistas de "extremadamente cálidas y simpáticas". Aunque la relación no ha alcanzado la calidez que tenían sus encuentros con George Bush, según dijo, ha descubierto coincidencias con el nuevo inquilino de la Casa Blan que permiten pronosticar "u a comunicación mejor". El presidente del Gobierno y su séquito emprendieron viaje de regreso a Madrid a medianoche, hora peninsular española.

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