Más allá del formalismo
Ian Wallace
En 1990, en el texto con el que presentaba su primera exposición en Valencia, lan Wallace invocaba nada menos que a Immanuel Kant, filósofo de los filósofos y patriarca del formalismo estético, a propósito de ciertos pensamientos que le habían ocupado mientras esperaba la llegada del amanecer en una popular piscina pública, junto a la playa, donde se proponía hacer unas fotos.Hablaba de la contemplación "desinteresada" respecto de los contenidos, y remitía a esa distancia, ese terrible vacío entre el sujeto y el objeto sin el cual no parece concebible experiencia estética alguna.
Galería Tomás March
Gobernador Viejo, 26. Valencia. Hasta el 15 de enero.
Sin embargo, su problema radicaba precisamente en la profunda insatisfacción que esa forma de experiencia: tiende a producir en el sujeto contemporáneo, un sujeto envuelto en un universo de simulacros inasibles y cuyo más perentorio deseo no puede ser, por tanto, sino acercarse a las cosas, administrarlas, palparlas, someterlas y devolverlas a la cada vez más equívoca dimensión de lo real.
De hecho, a las exigencias de la concepción formalista de la experiencia estética él contraponía su permanente interés por la ubicación social del arte, por sus significaciones siempre políticas, por la literatura que en ella subyace.
Por lo demás, lan Wallace suele aparecer vinculado a la llamada escuela de Vancouver. Se trata de un grupo de artistas, entre los que se cuentan gentes como Jeff Wall, Rodney Graham o Ken Lum, cuyo trabajo se ha venido desplegando como la búsqueda de una salida posconceptual, pero reflexiva y meditada (casi todos ellos son profesores universitarios), donde pudiera quedar integrada la necesaria crítica del modernismo formalísta con el proyecto de recuperación del radicalismo vanguardista de nuestro siglo, tan lleno de invocaciones a la cultura de masas.
Ambigüedad
Dentro de su rica y consciente ambigüedad, la trayectoria de lan Wallace puede resultar, a este respecto, particularmente diáfana: comenzó a finales de los sesenta practicando una abstracción monocroma como metáfora desesperada de los límites de la pintura; ya en los setenta optó, por la fotografía entendida como una derivación lógica de los desarrollos del arte conceptual, en cuanto que extremo opuesto (es decir, "rnecánico", "objetivo", "realista", esotérico) de la imagen pictórica como expresión idealizada de la pura forma artística.Finalmente, a partir de los ochenta parece haber alcanzado lo que podría entenderse como una síntesis provisional: su manera habitual de proceder consiste ahora en la superposición o yuxtaposición de la imagen abstracta y la fotográfica sobre el lienzo, de tal modo que la primera se presenta como indicación secularizada del enclave (la tradición del arte) desde donde la segunda debe ser interpretada, mientras que, por otro lado, tanto la una como la otra remiten a esa realidad social donde aquella tradición se dispara como un viejo sueno.
Nada tiene de raro que el tema de los últimos trabajos de Ian Wallace sea el estudio, el taller del artista: una usine de réves, como tal vez lo llamaría Walter Benjamin.
Babelia
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