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El Louvre, desbordado por 100.000 visitantes

Masiva afluencia de público para contemplar las salas del ala Richelieu

El Louvre se ha convertido en víctima de su propio éxito. Cien mil personas han visitado durante el sábado y el domingo la recién inaugurada ala Richelieu -163 salas, repartidas en 21.500 metros cuadrados, en las que se exhibe un total de 12.000 piezas-, obligando a cerrar las puertas antes de lo previsto. La gratuidad del fin de semana y la enorme publicidad dada al acon tecimiento provocaron larguísimas colas que zigzagueaban por la explanada de las pirámides. A ello se sumó una falsa amenaza de bomba que el sábado provocó un aparatoso desalojo.

Sólo el sábado acudieron a visitar la nueva ala Richelieu 40.000 personas. La media de entrada al museo fue ampliamente superada y a las diez de la noche, la dirección del Louvre, cuya pretensión era la de mantener el museo abierto hasta las doce, tuvo que cerrar las puertas a la multitud que aún hacía cola alrededor de la pirámide de cristal. A ello se unió la amenaza de bomba, que resultó ser falsa, y que dio por acabada la fiesta de la inauguración popular antes de tiempo.

Toda una odisea

La odisea del sábado se volvió a repetir ayer domingo. A las once de la mañana, más de 3.000 personas esperaban a que salieran quienes había entrado dos horas antes. La dirección, para evitar conflictos, anunció a mediodía que nadie podría entrar a partir de las 16.30, es decir que cerrarían hora y medio antes de lo anunciado. Un murmullo de indignación recorrió la hilera que rodea la pirámide. Algunos, desanimados, optaron por abandonar la cola; otros acudieron a las puertas para quejarse en nombre de la "cultura popular"."Las colas demuestran que la gente se interesa por el arte", explicaba ayer una señora entrada en años, que no veía ninguna contradicción en reconocer que "hacía 17 años que no venía al Louvre". Un hombre contaba cómo el día anterior la policía le había impedido entrar. "Hablan de popularizar la cultura, pero luego son incapaces de dar una explicación de por qué cierran antes de la hora y te envían a los maderos para que nadie proteste", decía indignado. Para madame Louise, que hacía cola desde las cinco de la madrugada -tres grados bajo cero-, y que entró la primera, a las doce de la mañana, cuando el ala Richelieu se abrió al público, ésta "era la primera vez que iba al Louvre. Me ha gustado mucho, sobre todo los patios interiores".

Obras islámicas del siglo VII, esculturas francesas desde la Edad Media al siglo XIX y el patio Khorsabad con sus toros alados y androcéfalos, dos esculturas gigantes pertenecientes al palacio del rey asirlo Sargon II, descubierto el pasado siglo no lejos de la actual ciudad iraquí de Mosul, son las principales atracciones del nuevo pabellón.

El Louvre es visitado cada ano por unos cinco millones de turistas, de los que más del 30%, son franceses. Normalmente, en épocas de mucho turismo, no hay que hacer cola más allá de 15 minutos. Ayer había que esperar, como mínimo, dos horas. El resto del año los visitantes se esparcen por todo el palacio; el sábado y el domingo últimos el 95% sólo queríar ve el ala Richelieu. "¿Ya conocen el resto del museo?", preguntaban guías y guardianes a quienes hacían cola. A menudo la respuesta era negativa, pero eso no significaba que estuviesen dispuestos a dejar para otro día el descubrir "los impresionantes toros alados de Khorsabad" o, ¿por qué no?, "esas magníficas escaleras mecánicas que ayer vi en televisión".

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