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Corruptelas y atropellos para obtener el triunfo

El régimen de Teodoro Obiang castiga con dureza la lucha por la supervivencia de la población guineana

El verbo molestar siempre tuvo una especial acepción en el castellano de Guinea Ecuatorial. En la ex colonia española, esta palabra resume el amplio abanico de atropellos, intimidaciones, corruptelas y violaciones de los derechos humanos con que el régimen del presidente Teodoro Obiang castiga la dura lucha por la supervivencia de su mísera población. A medida que las elecciones legislativas de hoy se iban aproximando, las molestias hacia todo sospechoso de simpatizar o militar en un partido de oposición se multiplicaron y adquirieron nuevas variantes.

Molestar ahora es sinónimo de los despidos laborales con que se castiga a quienes simplemente hayan sido identificados en el mitin de un grupo rival a Obiang; las amenazas de muerte a quienes hayan sido vistos en compañía de críticos al régimen, o las multas y palizas a quienes sean sorprendidos por las fuerzas de seguridad sin el recibo de inscripción en el censo electoral o el carné del Partido Democrático de Guinea Ecuatorial (PDGE), liderado por el presidente.

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"Oficialmente, en Guinea ahora hay democracia y partidos políticos legalizados", dice Ángel, un joven guineano que se considera afortunado por poder gozar de unas vacaciones en Madrid. No quiere dar su nombre completo para no sufrir molestias a su regreso a Malabo. "En la práctica, los ninjas aprovechan incluso una reunión en un bar para intimidar a la gente advirtiéndoles que no hay que meterse en política porque el Gobierno ganará las elecciones por las buenas o por las pistolas".

Los ninjas son los temidos integrantes del nuevo cuerpo de seguridad que sustituyó a la guardia pretoriana marroquí tras su salida del país, el pasado agosto. Ellos se han convertido en la principal garantía de que, como dice Obiang, habrá un "triunfo absoluto del PDGE" ante el que es insignificante la decisión de la ONU de no legitimar las votaciones.

"Para no correr peligro en las barreras de control, mucha gente se saca el carné del PDGE aunque luego sean militantes de otro partido", añade José, otro guineano de paso por Madrid. "Porque, una vez que has caído en manos de los ninjas te puede ocurrir de todo, desde trabajos forzados a gomazos en las plantas de los pies que te dejan cojo", continúa.

El temor a los ninjas se halla asociado al resentimiento hacia la cooperación francesa que los entrenó y equipó. La reciente suspensión de la ayuda financiera francesa a los comicios legislativos no ha bastado para convencer a los guineanos de que se ha obrado un cambio en la postura francesa de apoyo a su dictador. "Para la gente de a pie no hay duda de que Francia apuesta por el régimen para echar a España de Guinea", dice Joaquín Mbana, antropólogo guineano.

El resentimiento de los dirigentes opositores se expresa con frases más crudas. "Cuando vamos a recoger a nuestros militantes a la cárcel vemos a los asesores franceses en la comisaría dando órdenes a diestro y siniestro, en su idioma y con sus uniformes, como si fuesen los jefes", se quejaba recientemente desde Malabo el dirigente de la Convergencia para la Democracia Social (CPDS), Andrés Esono: "Ninguna de esas órdenes sirve para aliviar las penas de nuestra gente sometida a la tortura".

Para los opositores no toda la culpa la tiene la perfidia de Francia ni su codicia por una zona rica en petróleo y gas. "Francia actúa a favor de Obiang gracias a que el Gobierno -español no tiene un proyecto claro para Guinea", dice Amancio Nse, máximo dirigente del CPDS.

Mientras, las molestias de los ninjas golpean con una fuerza y frecuencia directamente proporcional al grado de compromiso de la víctima con la oposición. El colmo es ser dirigente de los grupos que han defendido el boicoteo a los comicios de hoy.

Algunos de los opositores no han resistido la guerra de nervios de las intimidaciones y han protagonizado una de las nuevas modalidades propagandísticas del régimen, denominada popularmente como los arrepentimientos políticos. "Se trata de hacer aparecer en la televisión opositores que, tras una estancia en los calabozos, leen declaraciones de arrepentimiento por haberse afiliado a un partido que no sea el PDGE", explica desde Malabo Severo Moto, líder del Partido del Progreso, uno de los tres principales de la oposición junto al CPDS y a la Unión Popular (UP).

El miedo que los guineanos llevan a flor de piel por el recuerdo de las matanzas de su primer dictador, Francisco Macías, el antecesor y tío de Obiang, cobró consistencia con el asesinato, el pasado agosto, del dirigente de Unión Popular Pedro Motú. El ritual antropófago que siguió a la muerte de Motú, tras una sesión de brutal tortura en los calabozos de Malabo, marcó un antes y un después en el proceso de apertura que Obiang prometió hace dos años al presidente del Gobierno español.

"A partir de entonces, los ninjas empezaron a patrullar las calles de Malabo por la noche en los coches que les ha regalado la cooperación francesa", dice Ángel. "Cuando veían a un grupo de gente charlando bajo las farolas, los detenían; ahora, ya nadie corre el riesgo de salir tras la caída del sol", añade.

Para los portavoces del no a las elecciones, el asesinato de Motú constituye una demostración práctica del castigo que puede abatirse en cualquier momento sobre quienes no colaboren con el intento de maquillaje del régimen de Obiang, que se hace llamar, además de "su Excelencia, el jefe del Estado", "Padre Fundador del PDGE y Árbitro y Moderador del proceso de transición".

Las tentaciones de superar los apuros del paro con las promesas de ayudas financieras del PDGE o las ofertas para alejarse del miedo han sido algunas de las armas con las que el Gobierno de Malabo ha intentado captar la participación electoral de los grupos. En principio, sólo cuatro de los 14 partidos legalizados por el régimen habían anunciado su abandono del boicoteo sin que se hubiese verificado el secuestro del partido por medio del soborno a algunos de sus militantes.

La principal preocupación de los dirigentes opositores guineanos es la estrategia para después de las elecciones legislativas. "Sabemos que la población responderá y no irá a las urnas", dice desde Malabo Miguel Esono, dirigente de Alianza Popular. "Lo que tememos con angustia es que el día después nos prepare una nueva ola represiva", añade.

Los observadores en Malabo temen que un comunicado entregado a la presidencia la pasada semana por la etnia bubi, reclamando la independencia de la isla de Bioko, sea utilizado como pretexto por los duros del régimen para barrer a la oposición para siempre.

Para la mayor parte de los partidos de la oposición, la clave ahora es seguir la resistencia. "La solidaridad española, fundamental para seguir aguantando, no se ha demostrado hasta ahora muy generosa", explica en Madrid José Luis Nvumba, del CPDS. "Unas veces se escudan en la no injerencia, otras en la falta de coherencia de la oposición", añade al recordar que, frente a los casos de poca seriedad de algunos grupos, "otros se la han jugado a vida o muerte".

"La única forma para los africanos de demostrar a los occidentales que somos dignos de ayuda es aguantar en- silencio las torturas una y otra vez", se lamenta con amargura Nvuinba al concluir: "¿Cuántas brutalidades más debemos soportar para que se resuelva el problema de Guinea Ecuatorial?".

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