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Los criminales

Desde que hace más de un año, el entonces secretario de Estado norteamericano, Lawrence Eagleburger, calificara por primera vez como criminales de guerra al presidente de Serbia, Slobodan Milosevic, y al líder serbio en Bosnia, Radovan Karadzic, son legión los que se han integrado por méritos propios en la larga lista que éstos encabezan. Mirko Jovic, jefe de los Águilas Blancas, y Zeljko Raznjatovic, alias Arkan, jefe de los Tigres, han presumido públicamente de sus matanzas de civiles en Bosnia y Croacia. Sus hombres han quemado vivos a centenares de musulmanes, violado y mantenido en burdeles para guerreros a miles de mujeres, decapitado o mutilado a niños para sacar a los padres la confesión sobre los escondites de sus ahorros. Ambos son hoy hombres ricos que hacen ostentación por Belgrado de sus riquezas.Vojislav Seselj, aliado de Milosevic hasta hace apenas dos meses, se pavonea de sacar los ojos a los croatas con cucharas oxidadas. Así convirtió su Partido Radical en el segundo del Parlamento serbio. Milosevic amenaza ahora a SeselJ con entregarlo al Tribunal Internacional de La Haya. Seselj respondió que le "divertiría un viaje a Holanda; pero sin la compañía de Milosevic, carecería de sentido".

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Constituido el tribunal para juzgar los crímenes de guerra en la antigua Yugoslavia

Ratko MIadic, jefe del Ejército serbio en Bosnia, ya cometió las mayores atrocidades registradas en la guerra de Croacia. En Bosnia, nombrado por Milosevic como ejecutor del líder serbio Radovan Karadzic, dirigió la limpieza étnica, la destrucción sistemática de ciudades y el asesinato a sangre fría de miles de prisioneros y civiles en fuga.

El líder croata Mate Boban y sus jefes militares en Bosnia, con la complicidad del ministro de Defensa de Croacia, Gojko Susak, son otros candidatos seguros al banquillo. Sin el apoyo del presidente croata, Franjo Tudjman, no habrían podido intentar emular la atroz efectividad demostrada por la parte serbia.

La pasividad de Occidente ante los crímenes contra su pueblo, el odio y la creciente certeza de la imposibilidad de la convivencia interétnica, han llevado a caudillos del Ejército bosnio a entrar también en el juego del crimen. Muchos son los que se han hecho culpables en esta guerra. Quizá hubieran sido menos de no haber dado la impresión el mundo de que al vencedor todo le estaba, permitido.

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